la razón de la soledad

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los edificios altos, las veredas limpias y las calles ransitadas dieron paso a calles de tierra, casas de chapa y una ausencia de vida sospechosa a medida que nos acercábamos a nuestro destino.

El humor de Dylan y Tamara cambiaba junto con nuestros alrededores, y no me fue muy difícil notar su inquietud a pesar de su claros esfuerzos por esconderla. Tamara no podía parar de lanzar miradas cortas hacia la ventana del auto una y otra vez, y cada vez que la observaba sus uñas estaban más cortas por las mordidas que les daba. Dylan, por otro lado, estaba tan tenso como un gato alerta y sus manos callosas de artista estiraban sus cabellos una y otra vez tan frenéticamente que sólo hacíian faltan unos minutos más para que acabara calvo.

afortunadamente para él, llegamos a nuestro destino antes de que aquello sucediera. el auto se detuvo frente a un rancho de chapa en medio de una calle de tierra alborotada de viviendas humildes. desde allí, las siluetas de los dificios no eran más que borrosas en la distancia y aunque se creería sentir el aire más puro a las afueras de las zonas más urbanas de la ciudad, pero lo único que se olía era el fuerte aroma de cigarrilos, alcohol, mugre y dios sabe que otras atrocidades escondidas en las casas de todos aquellos delincuentes.

al detener el motor, tomé una bocanada de ese asqueroso aire y me giré hacia mis compañeros de viaje, que se veían tres veces más enfermos de lo que sentía yo.

- de acuerdo, hora de bajar- exclamé.

las cejas de ambos se elevaron casi a la altura de la línea del cabello. - ¿todos?- preguntó tamara.

- a menos que quieran permanecer aquí solos en el auto, sí- dije, y bastaron sólo esas palabras para abalndar su determinación. - llévense sus móviles consigo si es necesario pero no los muestren al público y guardenlo en un bolsillo frontal. el resto de sus pertenencias déjenlas en el auto pero no a simple vista, escóndanlas debajo de los asientos o algo- agregué mientras abría la puerta y dejaba que mis agotados pies golpearan contra el suelo polvoriento.

a aquellas alturas no podía estar más agradecido de que el auto de roth sea casi tan destartalado como el resto y no alguno de esos autos decentes que entonces planeaba comprar.

aún con el esfuerzo incansable de esconder mi infancia en el rincón mas oscuro de mi memoria podía sentir la familiaridad y la extraña sensación de dejavú mientras avanzaba por el jardín de la casa hasta la puerta. dylan y Tamara iban a menos de un centímetro detrás de mí, hasta podía sentir sus respiraciónes en mi nuca.

en cuanto me detuve frente a la puerta una fuerte sensación de arrepentimiento provocó que demorara unos minutos antes de tocar. lo último que deseaba era reencontrarme con mi familia, pero no me había dado mucho tiempo para buscar una alternativa.

porque si lo pensaba demasiado seguramente nunca habría venido.

se oyeron unos gritos incomprensibles y segundos después la puerta se abrió bruscamente y tras ella apareció mi madre luciendo tan andrajosa como siempre. llevaba ropa de hombre que le colgaba sobre los huesudos hombros y destilaba una mezcla de olores que era mejor no decifrar. 

al verme, su rostro perdió toda expreción para quedar vacía de la pura y desconcertante sorpresa de ver a su hijo por primera vez en varios años .

- J-james- tartamudeó desconcertada. su reacción no era inesperada, pero lo que sí lo fue fue la mia. los recuerdos me golpearon dolorosos y tan angustiantes como el momento en que los abía vivido; los golpes, los llantos, los gritos, el alcohol, las drogas, las prostitutas y los hombres que golpeaban la puerta todos los días para tener "reuniones privadas" con mi madre, no sin pagar a mi padrastro por ello antes.

asesina fuera de serie 3 : autodestrucciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora