Capítulo 1: Una Vida Perfecta

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      Sólo hay una cosa que al joven Damien le gusta más, más que sacar un gran robalo del agua, de esos que apenas lo puedes sostener con ambos brazos, o tener con su abuelo una grandiosa tarde de charlas llena de historias, personajes y cuentos de lugares lejanos, como también probar alguno de los suculentos platillos que le prepara con mucho cariño su abuela... y es ver a Rosalía; le encanta ver su piel morena sonrojada con el sol de cada mañana, o su cabello largo y rizado pasearse con el viento que roza por el mar, o sus ojos dorados como la arena de la playa. Sí, su vida es perfecta, cada mañana de lunes a viernes despierta para ir al trabajo en una tienda de supermercado moviendo cajas y acomodando los productos en los estantes, para lo cual su estatura le ayuda bastante, puede subir las cajas que aún no han abierto en la parte más alta, y junto con las pecas que tiene en el rostro es fácil distinguirlo por el gerente, ya que la mayoría son como él de piel morena y bronceados por el sol de aquel puerto al noroeste de México, Topolobampo.

      Por las tardes, Damien tiene como pasatiempo ir a pescar junto a Rosalía, o acompañado de sus amigos, por su abuelo y a veces simplemente solo; le gusta ir a la orilla de un malecón donde las personas llegan a pasar un rato relajado, con una compañía agradable platicando mientras las cuerdas de pescar les dan la alegría de un delicioso alimento para llevar gustosos a sus hogares.

      La abuela Lola, una señora chaparrita y redondita igual que las albóndigas y tortillas de harina tan deliciosas que prepara, se levanta temprano un sábado por la mañana, sabiendo que su nieto Damien irá a la escuela con esa energía que siempre le caracteriza, en ese puerto tan pequeño sólo hay clases de universidad los fines de semana, así que le prepara el desayuno muy temprano, y este día con mayor razón por la urgencia de estar acompañado de su amiga, su vecina Rosalía, que desde muy pequeños son buenos amigos, se identifican el uno con el otro ya que ambos perdieron a sus padres biológicos; a veces, Rosalía y su hermana no tienen dinero ni para comer una tortilla de maíz con sal y la abuela de Damien las invita a casa para que no pasen hambre, por supuesto que al muchacho no le desagrada la idea en lo absoluto.

      De modo que en ese día, Damien también despierta temprano y da tremendo bostezo que casi devora su propia mano, prepara su ropa y se da una ducha, al salir del baño se da cuenta que le duelen un poco los ojos, ya que un día antes fue a pescar con sus amigos, provocando que la luz solar, el agua salada del mar y el desvelo de dormirse a muy avanzadas horas, le provoque recurrir a ponerse unas gotas para ojos irritados que venden en la farmacia; cuando por fin se siente listo, baja con la abuela a desayunar y se da cuenta que también está su abuelo Pablo sentado en la mesa del comedor leyendo el periódico de hoy, él es un señor de estatura media, de forma que se ve chaparrito a un lado de Damien, moreno, delgado, con el cabello y bigote blanco como las tres cucharadas de azúcar que le agrega a su café, sentado en aquella silla de madera que no hace ningún crujido debido a lo derecho que el abuelo se encuentra sentado.

      — Mmmm, ¡qué nuevas!, volvieron a perder estos flojos, cuando yo era beisbolista sí éramos buenos deportistas, ahora ya todo está arreglado.

      Se refiere al equipo de béisbol de la ciudad cercana, Los Mochis, mientras que Damien desayuna con prisa, hablando con la boca llena de suculenta comida.

      — Te quedaron deliciosos los huevos, abuela —masticando a prisa agarra una de las salchichas y se la arroja disimuladamente a la no menos querida mascota de la familia, Jasper, un perro de color blanco, que con los años su cabello se ha vuelto beige, con manchas amarillas y negras en las orejas, de raza ovejero australiano, aunque ahí en el puerto no tiene ovejas que cuidar, cuida mucho de la familia, y es inseparable del abuelo, a veces, cualquiera podría asegurar que platican juntos.

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