TaeYong no podía regresar a casa.
Aunque más bien, no quería.
Volver al departamento sería afrontar la verdad, reconocer la grieta que se había formado en su relación y peor, tener que recordar vividamente los momentos en que si fueron felices en aquel lugar que alguna vez fue su hogar, su lugar de confort. Al terminar su turno cuando el sol se escondía entre las nubes mandó un vago mensaje a YoonOh avisándole que iría a visitar a su madre. No era del todo mentira, visitaría a su madre, pero no por las razones que a él le gustarían. YoonOh respondió 15 minutos después y sí, el los contó enteros.
Un simple "está bien, mándale mis saludos a Taeyeon" fue lo que recibió, reprimió las ganas de echarse a llorar y enviarle un enorme mensaje lleno de sus sentimientos. No respondió el mensaje, simplemente apagó su teléfono no queriendo ver nada más relacionado con el que hombre que ama. Era una ironía, TaeYong durante su relación nunca había tratado de ignorar o evitar pensar en YoonOh, pero ahora lo que más quería era lograr sacárselo de la maldita cabeza.
Tomó el autobús que se dirigía a la zona departamental donde su madre vivía, le gustaría que ella viviera en una linda casa con un jardín verde y precioso, del color azul pastel que tanto le gustaba, sin embargo, después de la muerte de su padre nada quedó en manos de la pobre Lee Taeyeon. El hermano de su padre–ni siquiera podía llamarlo tío– se encargó de quitarle la casa en la que había crecido y el más mínimo centavo que hubiese quedado en la cuenta de Kim JunMyeon.
Después de aquello, su madre había tenido que tomar todas sus pertenencias de la casa en que su matrimonio había dado frutos, para tener que mudarse a un maltrecho departamento en un barrio agitado. El autobús lo dejo a unas cuantas calles lejos del edificio de su madre, caminó sin apuros, observando a las personas que caminaban en su propio mundo al igual que él. Una pareja llamó especialmente su atención y tuvo que correr para lograr esconderse en la esquina de una florería, era el mejor amigo de YoonOh, Seo Johnny.
El alto hombre estaba parado en la esquina contraria a él, riendo hacia alguien que no alcanzaba a ver por el ángulo. Su corazón latía rápidamente, no sabía la razón exacta por la que se estaba escondiendo– la sabia perfectamente, si Johnny lo reconociera sería fingir que todo entre YoonOh y el estaba bien cosa que no podía enfrentar ahora.
Oyó ligeramente más lejos la risa y volvió la mirada hacia Seo, observando ahora aún chico castaño desconocido, que sin embargo era muy atractivo. Vio como Johnny lo abrazaba por uno de sus brazos delicadamente y lo jalaba por la dirección contraria hacia la que él se dirigía. Salió de su escondite respirando más establemente y antes de seguir caminando volvió a observar el camino por el que Johnny y el chico se habían ido.
«¿Quién es ese chico?»
Entró al edificio de su madre, saludando al portero Park con una sonrisa tenue, comenzando a subir los escalones para llegar al piso tres. Tocó la puerta de color café que tenía algunas pegatinas de florecitas y frutas pegadas por su sobrina Yeri, sin embargo nadie atendió por lo que volvió a tocar más fuerte más veces.
"Ya voy ¿Quien toca tan desesperado? Dios"
La sorpresa en el rostro de su madre era evidente, hacia tiempo que no venía a verle y al parecer no tenía las mejores fachas ya que la mujer rubia le dedicó una de sus sonrisas confortables y lo hizo entrar a la casa, tomando su abrigo para colgarlo en el perchero.
–Vaya, qué sorpresa verte por aquí cariño, hace años que no me visitas–Taeyeon soltó una risita, viendo a su hijo tomar asiento en el sofá lila –¿Quieres algo de tomar o comer? Acabo de terminar de hacer esas galletitas de mantequilla que tanto te gustan.