Capítulo 3

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—Tenemos que ir a buscarlos, Ada.

—No podemos, Dasha.

—Joder... ¿Y si los agarraron? ¿Y si algo les pasó? ¿Qué haremos?

El corazón de Ada bombeaba rápidamente. Estaba preocupada, muy preocupada. Y Dasha solo la ponía más nerviosa.

Al principio, cuando había llegado, Ada había sentido muchos celos de Dasha. No iba a negarlo.

Dasha era igual de charlatana que Connor y entre ellos parecían entenderse muy bien. Y veía en Connor una pequeña chispa cada vez que miraba a la castaña. Jamás había visto esa chispa en él cuando estaba con ella.

Y también se llevaba bien con Titán.

Pero luego se dio cuenta de que era en vano sentir celos. Y estos se fueron solos. Además, Dasha era muy agradable. La hacía reír demasiado, y se sentía muy a gusto teniendo a otra chica, y que además parecía tener su misma edad.

No sabía cuánto había pasado, calculaba que un mes y medio, casi dos. Por un lado, había sido bastante agradable tener compañía y se divertía demasiado. Por el otro, las cosas eran complicadas. Ya en dos ocasiones hubieron más bombardeos, y en dos ocasiones más volvieron esos hombres armados. Y no sólo en las carreteras, sino también en los pueblos, en las calles, en las casas.

Por suerte hasta ahora jamás los habían atrapado ni les habían hecho daño. En una ocasión una bala casi rozó a Connor, pero no le había hecho nada. Siempre habían logrado huir. Pero era bastante agotador tener que cambiar de pueblo y de casa a cada rato. Era como si en ningún lugar estarían a salvo. Ya no sabían a dónde ir.

Ahora mismo Ada y Dasha se encontraban en una casa, preocupadas, esperando a Connor y a Titán.

Resulta que se turnaban entre los tres para sacar al perro a dar unas vueltas, para que ejercite, para que no se aburra y para que cada vez se acostumbre más a caminar solo con tres patas. O simplemente, para que se acostumbre a caminar más. Titán era algo flojo.

Pero ya había pasado más de una hora, que era el tiempo en el que habían quedado de acuerdo en el que tenían que volver, y Titán y Connor todavía no habían vuelto. Y para colmo era de noche.

Ada por supuesto que quería ir. No sabía quién de los dos le preocupaba más. Pero eso no importaba. No podían ir tras ellos, ese no era el acuerdo. Tenían que esperar a que ellos regresaran.

—Por favor Dasha, no me pongas más nerviosa.

—Pero...

—Van a volver.

Dasha bufó.

—Van a volver —repitió Ada—. Eso espero... y cuando vuelvan... Dios, cuando vuelvan... cuando vuelva Connor, él tendrá que preocuparse aún más.

Sí. Si no había muerto, ella misma lo mataría por preocuparle de esa manera.

Ambas se pegaron a la ventana, a esperar, a esperar... y a esperar.

Cada vez anochecía más y cada vez había más silencio. Y cada vez su preocupación aumentaba. Dasha ya se había quedado dormida, apoyando su cabeza contra su hombro, y sus ronquidos llenaban el silencio. Ada intentaba mantenerse despierta, pero no siempre lo lograba.

Ya cuando el sueño se estaba apoderando de ella, escuchó la puerta de madera abrirse y un pequeño ladrido.

Se levantó tan rápidamente, que la pobre Dasha se cayó hacia el costado y casi se dio la cabeza contra el suelo.

Bajo un humo perenneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora