Ratón de biblioteca

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Era un muchachito de preparatoria, apenas y tenía 16 años, aunque suficientes para sentir un profundo amor, como solamente una persona casta pudiera expresarlo; la facilidad con que pudiera echar a volar la imaginación, sobre todo cuando estás enamorado.

Ella por su parte, era una chica ligeramente más grande que yo, quizá por algunos meses, no en estatura pero sí en madurez, se le notaba, todo el tiempo llevaba abrazados sus libros y libretas como todo cliché de colegiala.
Una libreta en especial, color naranja si no mal recuerdo.
Sé que era más madura porque siempre que le veía, salía de la biblioteca.

La observé de lejos todo lo posible, porque no tenía la camisa tan fajada como me gustaría, pues mi valor y amor propio apenas se encontraban en cocción.
No era tan malo verle de lejos, eso ayudaba con mi imaginación.
Mis ganas de conocerle me superaban diario.

Puede ser un año el que la ví de lejitos, soportando el ardor creciente de querer verla de frente y poder invitarle a salir, o a comprar algo a la cafetería, lo que sea era bueno.
Salía de mi salón, iba por el pasillo y ella cruzaba la puerta de la biblioteca para ir a su salón.

Pasaba tan fugaz frente a mí, eran piernas cortas pero muy rápidas, como alguien que se quiere escabullir de una pared a otra, de esquina a esquina.
Su falda a cuadros que usaba por uniforme robaba miradas, no es nada nuevo y no solo de los hombres, era... Una belleza rara.

Sus rodillas lucían desnudas porque sus caderas tan redondas levaban el uniforme y por más que sujetaba las orillas para bajar un poco la falda, los atributos que cargaba le jugaban muy en contra cuando mantener la postura se trataba de la prioridad.

Su salón esperaba impaciente por tenerle de nuevo, yo lo sé... No es que hable con los objetos inanimados ni mucho menos, sólo creo que si yo hubiera sido el salón, esperaría con ansias su regreso.

Así pasó ese año, solo viéndola en el receso. Yo paseaba por las instalaciones con tal de rozar mi vista con ella, porque me llenaba de sabrosura los días, en verdad me ponía de buenas.
Yo ya la tenía en mis redes sociales, me aceptó y yo grité cuando sucedió, pero solo en ellas podía saludarle, así que no cuenta.

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