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Al fin llegué a casa, abrí la puerta como pude, del frío que tenía. Y ya estaba ahí, la misma imagen de todos los días al llegar, mi padrastro y su whisky. Y oí su voz de fondo, “¿ya has comprado el pan?” Me metí rápidamente en mi cuarto, ignorándole, y puse lo más deprisa que pude mi teléfono móvil a cargar.

Piiiii, sonó en mi móvil, tenía varios mensajes suyos, no podía creérmelo, ¿cómo me habría hablado? Si yo no le había dado mi correo, lo peor de todo, ¿cómo lo habría conseguido? O ¿quién se lo habría dado? En fin, no podía creérmelo, me hacía mil preguntas sin respuesta. No podía ni coger el móvil de lo nerviosa que estaba, notaba como mis manos se llenaban de sudor, y mi corazón latía rápidamente según leía su mensaje:

“-Gonzalo: ¡¡Hola!! Sé que todo esto te parecerá muy extraño, a mí también me lo parecería, no hace falta que me digas nada si no quieres, pero verás, llevo varios días observándote en el café, y he de decirte, que tienes una sonrisa maravillosa. El otro día caí en la cuenta de que tenías el mismo libro que yo, y decidí cambiártelo con la excusa de poder hablarte.”

No podía parar de sonreír según lo leía, y como no me lo creía, lo leí una y mil millones de veces, hasta que vi que estaba en línea.

Mierda, mierda, mierda, ¿qué le digo yo ahora? Es tan rico… Y me parece tan romántico lo que ha hecho…

Mi color favorito es verte. [COMPLETADO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora