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Cuál fue mi sorpresa cuando sin siquiera esperarlo te encontré.

Vaya que el mundo es un pañuelo, pensé.

Lo único bueno que tenía el hecho de poder tomarme un tiempo para mí  era que podía asistir a esas corridas de caballos que me encantaban presenciar, siempre iba con mi padre cuando era un niño hasta que mi padre pasó por un mal momento y tuve que hacerme cargo del negocio familiar.

Como si alguien me hubiese dicho, mira a tu derecha, te vi. Al otro lado de las gradas. Estabas de espalda pero aún sin reconocerte ya habias llamado mi atención, no mentiré, tus caderas y esas lindas piernas que dejaban al descubierto esos pantalones cortos que traías ese día fue lo primero que mis ojos vieron.

La chica que estaba contigo debió percatarse de cómo te veía porque después de susurrarte algo al oído volteaste a mirarme y fue donde todo se paralizó.

Por un momento deje de escuchar el alboroto de todo el gentío que había en ese momento alrededor mío y como si de una escena de películas se tratara sólo te vi a ti.

Me reconociste.

Lo supe de inmediato por la sorpresa en tu rostro y no pude evitar soltar una sonrisa, te había encontrado y sin intentarlo.

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