El principio del principio

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Nadie sabe a ciencia cierta como comenzó todo, algunos afirman que en el principio, no existía nada más que el vacío y la oscuridad eterna, pero que la voz de Demirg El Escriba del Destino iluminó todos los rincones cuando se dispuso a crear los cielos y la tierra. Otros, no tan adoradores del dios, dicen que venimos de un huevo puesto por el Caos Primordial y que dicho huevo al explotar, liberó todo lo que hay en el universo.

Pero las tablillas encontradas en el año 348 AC (antes de la Caída), enterradas bajo el templo de dios Selat en Eidrish, nos cuentan otra historia, distinta y detallada.

Dice que antes del principio, antes de todo lo que se ve, se oye y se siente, antes de la era de los dioses, de los vigilantes y los hombres, antes del nacimiento del mundo, existió "Algo", no es un ser, un dios, ni nada que se le parezca, es solo una fuerza primigenia y creadora a la que se le llama simplemente O. Está fuerza invisible creó la rueda del tiempo y para ponerla a girar, se transformó en vacío y caos.

El vacío y el caos danzaban violentamente dentro y fuera de la rueda, impulsando el movimiento giratorio, así las primeras vueltas comenzaron a darse. Pero al igual que una piedra rodando colina abajo, los giros aumentaron en velocidad y fuerza, a tal punto que la rueda se quebró en varios lugares, formando la grietas del tiempo.

La rueda dió doscientas noventa y nueve vueltas, nadie sabe que ocurrió durante tal cantidad de tiempo, pero las tablillas insinúan, a modo de rumor, que hubo muchos mundos y dioses, principios y finales, historias y maravillas olvidadas.

Una vuelta de la rueda, llamado Buclos, representa el nacimiento y la muerte del mundo, miles de años, incontables generaciones, todo un sin fin de acontecimientos que quedan ignorados al empezar el siguiente Buclos. Desconocemos qué ocurrió antes y qué vendrá después. Pero asi es como tiene que ser, pues es el orden natural de las cosas. Sin embargo, antiguas leyendas zeloritas cuentan que antes, el universo, al ser gobernado por el caos, el mundo estuvo lleno de mounstros feroces, tan grandes como el cielo y feroces como un volcán en erupción.

Esto cambió al amanecer del Buclo trescientos, el desorden sobrepuso la naturaleza de la rueda. Por una grieta del tiempo apareció un dios venido del futuro, inmenso, poderoso, con aspecto humano (aunque los humanos no habían sido creados), de piel como el lapislázuli y la cabellera blanca como el pasto en invierno. En uno de sus cuatro y robustos brazos, sostenía la lanza de Erindor, el arma más devastadora creada por el futuro Gremio de Herreros Místicos. Se hacía llamar Demirg, El Escriba del Destino, Padre de los Dioses.

Apenas llegó, atravesó con su lanza mágica al vacío y al caos, dándoles muerte. De los cadáveres aparecieron dos bebés que lloraban intensamente. Eran distintas entre si, una tenia la piel dorada y brillante, mientras que la otra era negra como el carbón. Ellas serían las primeras diosas, Irin, La Portadora de la Antorcha, Forjadora de Luz; y Orku, Aliento Frío, Forjadora de Oscuridad.

Crónicas de Lea: OrígenesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora