Capítulo 3: Una noticia

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Alan se quedó inmóvil, dejando caer la bolsa de sus compras. ¿El perro había hablado o era otro de sus sueños?, ¿O alguna alucinación? Algunas personas pasaron al lado de ambos, ignorándolos como si no estuvieran ahí.

―¡Oye! ―El can volvió a hablar―. ¿Te comió la lengua un gato...? Por cómo Epatl hablaba de ti, creí que te verías más impresionante, esperaba encontrarme con un guardián que impusiera respeto sólo con su presencia.

Saravin intentó acercarse más al chico dando un par de pasos, Alan actuó por instinto apartando al animal con su brazo y corrió hasta llegar a su departamento, apresurándose a entrar y azotando la puerta para cerrarla. Respiraba agitadamente, la expresión de asombro y miedo en su rostro no desaparecía, abría tanto los ojos que parecía que se le saldrían en cualquier momento.

―¡Mierda! ¡¿Qué fue todo eso?! ―Trataba de asimilar lo que había pasado―. ¡Primero el sueño y ahora esto!

―Tal vez no seas imponente, pero corres rápido. ―El husky estaba a su lado con la bolsa de la compra en su boca―. ¿Acostumbras echar a correr cuando conoces a alguien?

Saravin dejó frente a Alan la bolsa de compras que había dejado atrás. El chico seguía sin creer lo que estaba pasando, respiraba alterado, quería tranquilizarse, pero no lo lograba.

―Ya me volví loco...

Alan retrocedió, tropezó y cayó al suelo, arrastrándose hasta llegar al lado contrario de la habitación, se cubrió la cara con sus manos a la vez que sentía un súbito mareo. Sólo sintió una ligera brisa que soplaba en el departamento a la vez que la temperatura del sitio parecía incrementar.

―¡¿Cuánto tiempo me harás esperar?! ―Alguien hablaba desde su interior, Alan la reconoció casi al instante, era la voz de sus sueños―. ¡Vamos, quiero salir de nuevo! ¡Levántate!

Alan se pudo de pie de golpe al escuchar aquello, Saravin el husky, seguía en el departamento, aunque esta vez junto a él se encontraba un hombre alto de ascendencia oriental y vestido con una capa de color rojo escarlata la cual parecía que tenía llamas reales sobre la tela; Alan pensó que aquel hombre podría ser un ladrón, o algo peor, sin pensarlo mucho se puso de pie y tomó el primer objeto que encontró, una sombrilla y apuntó al intruso.

―¡¿Quién es usted?! ¡¿Cómo pudo entrar?!

―Tranquilo Alan. Soy yo, Daisuke... Es un gusto volver a verte.

En cuanto Alan pudo reducir su nerviosismo por el perro parlante y el desconocido en su casa, pudo darse cuenta que no era uno como tal, era el abogado amigo de su abuelo.

―¿Usted...? ¿Quién...? ¿Qué...?

Daisuke sonreía y la expresión en su rostro denotaba que encontraba la situación divertida, Alan comenzó a calmarse, sintió el ambiente volverse cálido, no entendía por qué ocurría eso.

―Debo estar soñando...

Saravin comenzó a reírse.

―Primero que nada, baja esa sombrilla antes de que realmente lastimes a alguien, aunque dudo que seas una amenaza ―dijo el perro barriendo con la mirada al chico de arriba a abajo.

―No seas así con él ―intervino Daisuke rápidamente―. Alan, lamento haber venido así, pero hay un asunto importante que no podemos pasar por alto hoy... Saravin, llévanos a ese sitio.

El can asintió a la orden avanzando hasta quedar entre ambos, antes de que Alan preguntara qué pasaba, el cuerpo de Saravin se vio envuelto en un remolino multicolor que le cubrió por completo, Alan se paralizó por unos instantes obligándose a cerrar los ojos. Al abrirlos de nuevo se dio cuenta de que su departamento había desaparecido, el viento soplaba levantando polvo y llevando un aroma que le traía recuerdos.

La vida Como un DragónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora