En soledad.

El funeral.

"Recuerdo cuando tenía siete años, que mi madre decidió afrontar el pasado y dejar a mi "padre" atrás, nos mudamos con mi tía debido a nuestros escasos recursos, y ella nos acogió con los brazos abiertos. Aquel pequeño pueblo de Lakeville trajo buena suerte a mi madre, ella pudo conseguir un trabajo después de tanto tiempo y también con ese trabajo pudo conseguir un sueldo con que ayudar a mi tía a pagar la casa, mi tía se había quedado viuda un año atrás y nuestra compañía la confortaba. Ella era para mí como mi segunda madre. Y todavía recuerdo cuando cumplí los ocho años, que lo celebramos viendo todas y llorando con el musical de "Jesucristo Superstar" y después partimos la tarta de fresa que me hicieron entre ambas, sabían que era mi favorita.
Mientras crecía mi actitud fue cambiando, y reconozco que hubo un tiempo en que les contestaba bastante mal, pero cada vez que lo hacia seguidamente luego les pedía perdón por mi actitud, y ellas con sus sonrisas decían que no pasaba nada. Una madre es capaz de amar incondicionalmente, perdonar de manera infinita y dar todo por un hijo, y esas dos mujeres de ahí eran mis madres, lo único que quedaba de mi familia. Ellas creían en el progreso y el avance, así que seguro que no hubiesen querido lágrimas alguna, sino que siguiéramos el transcurso de nuestras vidas como siempre, aunque sé que a algunos les va a costar más y a otros menos, pero también sé que ellas no hubiesen querido verme llorar, así que no voy a despedirme de ellas con un llanto, sino con una sonrisa desde lo mas profundo de mi corazón. Os quiero, que descanséis en paz." - Y así, con mi discurso, concluí el funeral. Esperé a que se fuera todo el mundo y me senté en una de las butacas que habían justo en frente, sintiendo la brisa gélida que venía de entre los árboles, rozar mi rostro. Cogí un pisco de aire, miré hacia sus nombres, sonreí de nuevo y caminé hacia el coche. Lo puse en marcha y me dirige a casa.