Durante estos tres últimos días estuve recolectando cajas, para guardar aquellas cosas que para mí en este momento eran sensibles de ver después de lo ocurrido. Yo mantenía como siempre, la sonrisa y la alegría en el cuerpo, sobretodo sus presencias y momentos felices. No podía derrumbarme, no ahora, tengo que seguir adelante, tengo que luchar por lo que quiero, y si caigo ahora, no lo conseguiré nunca.
Empecé poco a poco a llenar cajas, y cada vez las acumulaba más y más. Las habitaciones estaban llenas de ropa, fotos, accesorios, escritos, libros, etc. Me fijé bastante en una foto que mi madre tenía guardada en una caja pequeña. En la imágen estábamos tres; mi madre, mi padre y yo, parecíamos felices. Le recuerdo, pero no de una manera agradable. Todavía me veo sentada en el suelo de mi habitación, con los codos en las rodillas y la espalda apoyada en la puerta, escuchando como discutían, como él la amenazaba.
Cuando era pequeña no era consciente de las cosas que pasaban en mi casa, ahora que hago memoria y que sé el significado de sus palabras, me alegro de que mi madre haya seguido adelante. Ella no se merecía que nadie la tratara de ninguna manera. Sin embargo, Lakeville le dio la fuerza, el encanto de este pueblo la enamoró, y ella tuvo algo en lo que apoyarse. Solía pintar, mi madre, y tengo la mayor parte de sus lienzos guardados en un grande cajón del sótano, son preciosos y traen consigo mucha historia. Pensar en mi madre me hace adorarla aún más, echarla de menos.- Te quiero mami. - Dije en voz alta. Suspiré y continué guardando cajas.
Fui sacando de una a una las cajas al porche para luego llevarlas al cuartito que teníamos al lado de casa, que verdaderamente lo usábamos como almacén, de ahí a que quiera guardarlas. Aiden se encontraba en la acera de enfrente, estaba regando las plantas, iba con la camisa atada a uno de los anclajes del cinturón de su pantalón, este le llegaba por encima de las rodillas de tela vaquera y sudaba, se notaba que había estado haciendo algo. Me quedé ahí parada, observándole, viendo el cambio que había pegado desde la última vez que estuvimos tan unidos, ahora hasta me resulta atractivo.. No sé ni por qué pienso eso. Vi que a lo lejos me estaba saludando con la otra mano con que no sujetaba la manguera.
- ¡Buenos días Blake! -Grita desde lo lejos.
- Buenos días.
- Espera, que dejo la manguera.
- Vale... - dije sin saber qué podría querer esta vez.
Vi como se agachaba para echarse un chorro de agua por la nuca y acontinuación dejar la manguera a un lado y cerrarla. Empezó a caminar hacia mí, mientras se secaba el sudor con la camisa.
Sus movimientos me parecían tan excitantes, su andar, su postura, su mirada, su pecho. ¿Qué me estaba pasando? Sentí como la cara se me calentaba y se ponía roja como un tomate a medida que se acercaba.- ¿Cómo estas hoy?
- Pues la verdad es que estoy intentando hacer algo productivo. contesté esquivando su mirada.
- Ya lo veo, -cogió una de las cajas sin preguntar y me miró sonriente- ¿dónde quieres que la ponga?
Le devolví la sonrisa y por fin le miré a los ojos, esos ojos verde-azules increíbles que siempre ha tenido.- Ahí. -le dije señalando el cuartito.
Empezó a ayudarme a guardar las cosas y a llevar las cajas de una habitación a otra hasta terminar. Cuando me di cuenta de la hora, era ya casi la de comer, así que con toda la ayuda que me proporcionó, decidí pagarle invitándole a almorza
r. Aiden aceptó venir, pero dijo que no comería hasta no pegarse una ducha primero, por lo que mientras hacía a comida le esperé. Fueron pasando las horas y este no llegaba, la comida empezaba a enfriarse. Echaba un vistazo de vez en cuando por la ventana y nada. Empecé a sentirme mal, rabiada, enfadada, rechazada, no sé ni como me sentía, a lo mejor era porque me hacía ilusión volver a tener alguien con quien poder charlar, o alguien con quien no sentirme sola.
Por un momento olvidaba lo sola que me encontraba, y todo lo que estaba en mis manos; esta casa, mis estudios, mi futuro. Quise nublar la mente y dejar pasar todo esto, no tenía que ponerme así, a lo mejor le ocurrió una urgencia, o algo por el estilo. Me serví la comida y en vez de en la mesa, me recalenté un poco mi plato y me encaminé al sofá a ver si encontraba algo entretenido que ver en la televisión. Eran alrededor de las cinco, al acabar, cuando estaba fregando los platos, escuché el timbre, y al abrir, era él.Me miró con desespero y preocupación - Lo siento Blake, me surgió una entrevista y era importante para mí, ¿me perdonas? - dijo sin dejar espacio entre sus palabras y arrepentido, traía consigo una margarita de su jardín y me la ofreció como recompensa.
- Eres el mismo idiota que conocí hace años. - contesté aceptando su regalo y colocándomela tras la oreja, estaba un poco aliviada de que fuera eso y no otra cosa, verdaderamente me alegraba que estuviera aquí, él conseguía sacarme una sonrisa aún en las malas, aunque yo cuidara en mantenerla siempre. - pasa, te calentaré tu parte. Si quieres acomódate en el sofá o ven a la cocina, como tú quieras. - dije con educación.
- Gracias señorita Hudson. -dijo haciendo un ademán de inclinación a modo de reverencia, mientras se reía.
- Eres muy gracioso. -contesté irónicamente.
- Y tú muy literal. - ¿Literal, a qué se refería con eso? No lo sé, pero ambos nos miramos y reímos.
ESTÁS LEYENDO
En soledad.
RomanceEs duro afrontar la adolescencia, y más si no tienes a nadie a tu lado con quien compartir tu visión del mundo y que te apoye. Blake Hudson, con 17 años tiene que afrontar su soledad después de la muerte de su madre y asumir la responsabilidad de en...