El reencuentro.

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Cuando llegué a casa, fui a la cocina a prepararme una taza de té. Mientras se hacía el agua me senté en uno de los bancos altos y me apoyé en la encimera con el periódico en las manos. No suelo leerlo mucho,  pero no hallaba qué hacer para olvidar lo malo ocurrido. Me puse a leer la sección del tiempo y cuando menos me lo esperaba, el agua ya estaba lista. Puse la bolsita de té dentro y me serví tres cucharaditas de azúcar, lo dejé enfriar un poco mientras me cambiaba de ropa y me ponía la de dormir, aunque aún era temprano, alrededor de las ocho y media. Cogí la taza de té y salí al porche de casa, me senté en uno de los dos escalones que hay al entrar y me puse a ver las estrellas que iban apareciendo en el cielo conforme este se oscurecía y despejaba.

Me estaba terminando de tomar el té cuando él apareció, como si hubiese salido de la nada. Era mi vecino de enfrente, hacía tiempo que no hablábamos, desde el enfrentamiento que tuvieron nuestras madres hace un par de años. A veces le veía salir de casa a pasear al perro, o nos cruzábamos las miradas, pero nunca nos hablábamos.

- Hola Blake.

- ¡Qué sorpresa! -Respondí intentando decirlo de la manera más entusiasta posible,  aunque por dentro tuviera cero ganas.

- No intentes hacerte la fuerte, nos conocemos hace ya mucho tiempo. ¿Cómo estas?

Él sabía que no me sentía muy bien, es verdad que hacía mucho que nos conocemos, olvidaba lo juntos que estuvimos en aquella época.

- Estoy bien, -dije intentando disimular. -¿Qué te trae por aquí?

- Mi madre me ha contado lo del accidente. No debes de callar tus sentimientos, fui al funeral y sé que a ellas les gustó esa sonrisa que les mandaste, no lo dudo. Pero me es imposible no notar que los ojos los tienes colmados como un vaso de agua, si necesitas hablar, como hace tiempo. Ya sabes que estaré contigo siempre que tú quieras.

Vaya, en realidad no sé qué responderle, hacía tiempo que no hablábamos y parecía conocerme a la perfección. Todo lo que decía es verdad, y también es verdad que sentía unas ganas de llorar tremendas; la muerte de mi madre y mi tía, el tener que llevar la casa yo sola, mis estudios, lo que será de mi futuro, todo me asustaba, no sabía lo que iba a hacer, me sentía confusa y desolada.

- Sé que hace tiempo que no hablamos, pero ahora tampoco me siento en condiciones. Solo necesito el consuelo de un abrazo. -dije confusa. Creo que en alguna parte de mí le echaba de menos.

Él sin decir una palabra me miró, se acercó y me rodeó con sus brazos, dándome un beso en la frente. Me abrazó.
Me caían las lágrimas por las mejillas y él no lo notó, paso un tiempo y cuando terminamos el largo abrazo, él me sonrió y me cogió de la mano diciendo:

- No importa. Cuando lo creas conveniente, solo tienes que llamar a mi puerta. No voy a dejar que perdamos esta oportunidad de reconciliar nuestra amistad de nuevo.

Yo le devolví la sonrisa y se dio la vuelta en dirección a su casa. Cogí el té que había dejado en una de las esquinas del escalón y miré a las estrellas una vez mas. Entré a casa y me tumbé en el sillón. Una vez ahí, me mantuve hasta quedarme dormida.

En soledad.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora