Gabe 1

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Si sientes escalofríos; fui yo besándote desde lejos.

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La tormenta de nieve comenzaba a arruinarme los planes. Adoraba la nieve, más no las tormentas. 

El auto casi se desliza por la carretera y me obliga a detenerme. Si me hubiese quedado en casa como me había dicho mamá hacía unas horas, no estuviese pasando por esto. Pero como soy terco. 

Le doy un golpe al volante y miro por la ventanilla, tratando de encontrar un modo de llegar a casa antes de la cena de navidad. Evangeline estaba ahí con Brandon, Gregori había conseguido ir al igual que Ian, solo faltaba yo. Abro la puerta del auto y  cuando pongo mi bota en el asfalto lleno de nieve, se hunde unos centímetros. Tengo que retroceder antes de que me quedara atascado. Mierda. 

—Por favor.

Los susurros persistentes hacen que mis oidos se pongan en alerta. 

—Frio, mucho frío. 

La voz temblorosa, el miedo, me meto en el auto nuevamente para tomar una linterna del piso del auto y salgo de él, en busca de aquella voz femenina. 

Trato de buscar la voz, pero hay solo silencio. 

— ¿Hola? — digo en voz alta. 

Comienzo a alumbrar, pero toda la carretera está desierta. Los edificios están cubiertos de nieve y en la zona en donde estoy todas las tiendas están cerradas por víspera. 

—Mucho frío —gimen. 

Camino rápidamente a donde el sonido me lleva y aunque me tropiezo en el transcurso, logro llegar a un bulto de tela que está en posición fetal. 

¿Cómo no pude haberla visto? 

Pensé que era una bolsa de basura o algo así. 

La mujer de cabello blanco se balancea, abrazando sus piernas y con fuerza. 

—Oye — la llamo, acercándome. En cuanto llego a ella me arrodillo, quitándome el abrigo y rodeándola con él. 

El puro tacto hace que ella gima y levante la cara. Unos ojos color cielo hacen que mi cuerpo se enfríe. 

— ¿Estás bien? —Murmuro, pero ella no responde, sus labios están entreabiertos y su aliento es puro hielo —Te voy a llevar a mi auto, ahí estarás mejor. 

Tantos años trabajando en una empresa de seguridad y no sé tratar con las personas atemorizadas. 

Ella no se rehúsa cuando la cargo, es tan delgada que no pesa absolutamente nada. Trato de llegar a mi auto pisando por mi antigua huella y en cuanto llego a los asientos traseros, la depósito en ellos, y cierro la puerta, para ir hasta mi puesto y subirle a la calefacción. 

Su cuerpo está siendo abrigado por mi abrigo que sé, por mi contextura que es grande. Y me aseguré que fuera espeso y me cubriera realmente del frío. 

— ¿Estás mejor? — digo, girándome al cuerpo que descansa en mi asiento trasero. 

Pero sus ojos están cerrados, y su respiración ya no está tan agitada. 

Se ha quedado dormida. 

***

Su cuerpo se mueve seis horas después. Estoy sentado en la alfombra del hotel con ella en mis brazos y la chimenea encendida. 

He dejado su cuerpo al descubierto para que el calor del fuego la abrazara y la calentara un poco. 

Su cabello brilla con la luz de las llamas y su cara sonrojada hace que el corazón se me estruje de solo pensar que podía haber muerto por hipotermia. 

Poséeme -SAGA HEREDEROS 3-  BORRADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora