Capítulo 2: Jugando a ser hermanos

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A las cuatro llegó Sam.

Su melena rubia le caía en cascada por los hombros, con algunos rizos enmarcando su rostro.

Como de costumbre, sus carnosos labios rojos (siempre pintados de ese color para resaltarlos frente al color claro de su cabello) eran lo que más llamaba la atención en ella, pues normalmente vestía con ropa discreta, a pesar de que luciría mucho más con otro tipo de ropa, y ella lo sabía. Su cuerpo era la envidia de muchas chicas (yo ya había dejado de atormentarme con eso,…en teoría), aunque su esbelta figura no se debía a una cuestión de buena genética, sino a las tardes que pasaba en el gimnasio. Allí había conocido a Tyler.

Llevaban varios meses hablando, y Sam no hacía más que repetirme lo buen chico que era. Tyler esto…Tyler lo otro…

Yo me alegraba por ella, así que en el fondo no me importaba mucho que pasásemos tardes enteras hablando de un chico al que no conocía pero que, al parecer, Sam decía  que valía la pena.

Ya se vería esta tarde…

Sam entró en la cocina con una sonrisa en sus rojos labios.

-¡Buenos días! –dijo emocionada. Casi siempre bailaba una sonrisa en sus labios, pero hoy, sin lugar a dudas, Sam irradiaba felicidad por todas partes.

Sus ojos eran sus máximos delatores, la luz que brillaba en ellos, la ilusión…era un claro reflejo de sus sentimientos y eso me conmovió, ya que a pesar de que todas las relaciones que Sam había tenido habían terminado hiriéndola profundamente, ella seguía albergando la esperanza de encontrar al chico adecuado en algún momento, y estaba muy ilusionada con la idea de que ese chico pudiese ser Tyler.

-Buenos días –le contesté mientras terminaba de limpiar un plato-. ¿Estás nerviosa? –pregunté secándome las manos con un trapo.

Sam se acercó y me dio un beso en la mejilla.

-Un poco –admitió con una media sonrisa.

Los pasos de Josh bajando por las escaleras resonaron por toda la cocina, un gesto que solía hacer cuando quería hacer saber a los demás que iba a aparecer en escena. Sam y yo nos miramos y sonreímos.

Al segundo su silueta apareció en el umbral del arco que conectaba el pasillo con la cocina.

-¡Cuánto tiempo sin verte, Sam! –le reprendió él nada más verla.

Ella bufó.

-Pero si me viste ayer –replicó riéndose, apoyándose en la encimera con ambas manos, relajada.

Josh negó con el dedo de forma dramática, con una sonrisa divertida en los labios.

-Toda eternidad es efímera cuando se contempla a los seres amados –recitó con solemnidad y condescendencia, haciendo un gesto con la cabeza, como si fuese una especie de reverencia.

Sus palabras se quedaron flotando en el aire hasta que no pude contener más la risa.

-¡Vaya! –exclamé sin parar de reírme-. ¿Pero qué bobadas dices? ¿Te has levantado con el alma de un poeta o qué? –le espeté mientras Sam me miraba de reojo, haciéndome gestos para que no me burlase de mi hermano.

La verdad es que no entendía como Sam lo soportaba, bueno, sí, porque prácticamente Sam era de la familia, y pasaba tanto tiempo en casa que parecía que fuese nuestra hermana, pero aun así…Ella y Josh siempre se habían llevado muy bien, así que no era de extrañar que no le importase que mi hermano hiciese el idiota con regularidad.

De pequeñas Josh nos defendía en el colegio cuando algún niño se metía con nosotras; creo incluso que una vez llegó a pegarse con un chico mayor que él porque nos estaba insultando. Cuando creció un poco y empezó a ser más maduro (según él), actuó como el resto de hermanos mayores, o sea, a ignorarme cuando me veía por los pasillos, a negar que era mi hermano…lo normal. Finalmente, cuando superó esa etapa de su adolescencia fue cuando adoptó esa actitud tan…extraña y, a veces, divertida.

Y entonces tropecé contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora