—Venga, sube, ¿a dónde vas? —preguntó Tyler mientras se estiraba y me abría la puerta del copiloto.
Vacilé un instante, pero al mirar al cielo y ver la enorme nube que había sobre nuestras cabezas opté por ir con él.
Me senté en el asiento. Cuando cerré la puerta del coche noté el cambio de temperatura al instante. Fuera había empezado a refrescar, mis manos ligeramente amoratadas eran la prueba de ello, y dentro del vehículo el calor se sentía como una taza de chocolate caliente en un día de lluvia. Aunque a mí no me molestaba en absoluto el frío, la lluvia o la humedad.
—¿Y bien? —insistió él.
—¿Dónde vas tú? —pregunté al tiempo que me ponía el cinturón. Soplé suavemente sobre mis manos para lograr que la circulación de la sangre les devolviera su color normal.
No quería que Tyler tuviese que llevarme a propósito a mi casa, me conformaba con que me dejase en algún lugar que estuviese de paso. Además, no sé si me gustaba la idea de que supiera dónde vivía.
—Yo he preguntado primero —contestó él con una sonrisa. Alzó una ceja a la espera de que yo le respondiera.
Logré contener mi risa aclarándome la garganta.
—A mi casa —dije.
Pequeñas gotas de lluvia empezaron a caer del cielo. Primero despacio, con una cadencia armoniosa, y luego más deprisa; era la señal de que se avecinaba el caos. Pasados unos segundos estalló la tormenta con un rugido atronador. El sonido amortiguado de las gotas al chocar contra el techo del coche me hizo sonreír. Hacía mucho tiempo que no llovía así.
—Bien —dijo Tyler—, pues vamos a tu casa —dibujó una sonrisa encantadora y miró por el retrovisor para incorporarse de nuevo a la carretera.
—¡Espera!
Tyler detuvo el coche de golpe y me miró confundido.
—¿Tú dónde ibas? Porque no quiero que tengas que desviarte mucho de tu camino —repliqué mientras observaba el cielo a través del cristal de mi ventana. Esperaba que la lluvia no se acabase muy pronto. La echaba de menos.
—Yo iba a mi casa también, vivo en… —me volteé para ver por qué había dejado la frase a medias—. Creo que será mejor que me digas dónde está tu casa primero —añadió mirando a la carretera con expresión seria.
Un coche que nos pasó de largo me deslumbró con las luces.
—¿Y eso por qué? —no pude evitar reírme. La conversación había dado un giro inesperado.
Tyler desvió su mirada un instante para mirarme.
—Porque estoy seguro de que dirás que vives cerca aunque no sea verdad sólo para no ser una molestia.
Lo cierto es que tenía algo de razón; no toda, pero algo sí. Eso debía concedérselo. No me gustaba complicar las cosas si podía evitarlo, como tampoco me gustaba sobreexcederme esperando determinadas cosas de personas que apenas conocía. Puede que en realidad a Tyler no le importase llevarme a mi casa, de hecho él mismo se había ofrecido, podría haber pasado de largo en su coche y yo ni siquiera me hubiese dado cuenta de que era él, pero seguía sin parecerme correcto.
—Eso —Hice énfasis en esa palabra— no es del todo cierto —repuse mirándole a la vez que sonreía.
—¿No? —preguntó sorprendido, aunque parecía que estaba intentando esconder una sonrisa furtiva.
O bien este chico veía mucho Mentes criminales o estaba teniendo una suerte que no se la creía ni él. Yo optaba más bien por la segunda, aunque todo era posible. Y era innegable que en la “cita” había demostrado ser un chico inteligente y educado.
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Y entonces tropecé contigo
Teen FictionMaia es una chica normal, con una vida normal que, desafortunadamente, decide ayudar a su amiga, Sam, con sus problemas amorosos. Nada del otro mundo. Todo cambia cuando conoce a Tyler: guapo, simpático, todo un héroe... Y es ahí cuando empiezan a s...