Promesa. Capítulo 41.

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–Te esperé duran…

–Durante horas, lo sé –dije interrumpiendo a Lauren mientras seguía recostada en su pecho –Durante todo ese tiempo te observé y aunque de verdad quería correr hacia ti no lo hice, tenía miedo de que estuvieras ahí sólo para decirme que me odiabas o que ya no querías volver a verme nunca más –mi novia comenzó a acariciar mi cabello pasando sus dedos en él.

–Lo único que quería era verte, abrasarte y besarte. Nunca te odié y nunca lo haré –puso un mano en mi barbilla para poder conectar nuestras miradas –Te amo tanto que sería incapaz de hacerlo. Esperaba verte ahí y así poder irnos a Suiza como lo habíamos planeado.

–Lo siento –susurré sobre sus labios antes de besarla.

–Ya te dije que no ha sido tu culpa y en todo caso, me alegro de saber que no eres mi hermana. Eso sería un gran impedimento para que seas mi esposa –miré directo a los ojos verdes que tanto amaba.

– ¿A caso me estas pidiendo matrimonio? –bromeé pero la idea me inquietó.

–Tal vez –respondió con una sonrisa y fue cuando sentí que no era completamente en juego su respuesta.

–Te amo ¿lo sabias? –ella fingió pensarlo por un momento.

–No, no tenía ni idea –sonreí de nuevo y dejé otro beso en sus labios.

–Te amo –susurré viendo cada detalle de su rostro. Acaricié sus facciones con mi dedo índice y vi como cada musculo se relajaba.

Lauren cerró sus ojos plasmando una tranquila sonrisa en sus labios, los cuales no dudé en besar nuevamente.

–Yo también te amo Camz –susurró con los ojos apenas abiertos.

–Tengo que ir por mis cosas al hotel –murmuró Camila después de aceptar quedarse conmigo.

–Espero que no te moleste pero tus cosas están aquí –bebí un poco de café.

Por primera vez sentía que aquel comedor no estaba tan solitario y me alegraba compartirlo con la mujer amaba.

–Aquí tiene señorita –Natalia dejó un par de rebanadas de pan tostado y jugo frente a Camila.

–Gracias –sonrió con amabilidad y luego me miró a mí –Sabias que aceptaría –afirmó más que preguntar.

–Supongo –respondí sin dejar de ver el iPad entre mis manos.

–Nunca pensé que me perdonarías tan fácil –ahora si llamó mi absoluta atención.

–Camila –no quería comenzar de nuevo con mi explicación.

–Ya sé, ya sé –me sonrió tomando un plátano del frutero.

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