Una vez dentro de la casa, Max pudo observar como su computadora era tomada por su contraparte femenina. Los nervios se apoderaron de él.
—Sé donde está el porno. Y conozco tus fetiches. No tienes naada que temer, solo revisare tu Facebook—una sonrisa picara se dibujó en su cara— Quiero ver cuantos de los que allí son mis amigos aquí están “embarazados”.
— No tiene que decírmelo, sé como actuarías. Pero de igual manera me pone nervioso que uses mi pc. Es casi como mi novia.
—No tenemos pareja, solo una pc, el perro que duerme como un koala y nuestro trabajo.
—El bull terrier está tardando en venir a saludar…—Dijo Max Y, preocupado pro su perro
—Yo lo dejé en la casa de mi hermano por si no volvía nunca. Que decisión más sabía—Dijo ella.
—Cierto—Recordó él— Se lo dejé a mi hermana para que lo cuidara. Mañana pasaré a buscarlo… no pienso desperdiciar el día casi libre que me dio Fred.
—Yo me pregunto si las muchachas están intentando devolverme a casa— Dejó de ver la pantalla para mirar a Max Y.
—Lo más probable es que lo intenten pero no puedan, 2 o 3 segundos… eso es mucho considerando la sincronización que precisa el portal.
—De hecho, creo que fueron casi 4 segundos— dijo ella. él asintió con la cabeza.
— Sé muy bien que el portal puede curvar el tiempo a su alrededor, y por lo tanto tú también lo sabes. Ahora, quiero ver una película. Hoy se filtraba la nueva de Jurassic World.
— Con todo lo del universo nuevo, se me había olvidado.
Max X entró rápidamente a una pagina don de siempre estaban filtrados los últimos estrenos y, luego de usar el buscador, presionó el primer vinculo con mala calidad que encontró. Max Y tomó asiento junto a ella, y ambos se maravillaron al ver el logo (y a un gordo con incontinencia levantarse para ir al baño). El video tenía pequeños saltos y había un tipo afro en la primera fila que cada vez que se estiraba era una molestia. Pero aún se podía disfrutar de los teropodos (que seguían sin tener plumas, porque para cierto director es pecado ponerle plumas).
Reían en las escenas más surrealistas e hinchaban por los raptores siempre que había una pelea donde estaban involucrados. Les enfurecía hasta cierto punto la inexactitud científica… o mejor dicho, el hecho de que se pasaran la evidencia científica por ahí abajo. Pero eso no les impedía disfrutar de la parte interesante de la película.
Cuando terminó, se voltearon lentamente para mirar al otro. Las palabras no les salían: el final había sido un sueño hecho realidad (y no una pesadilla como presuponían).
—Hora de comer—Dijeron secamente, mientras sus miradas colisionaban.
Se dirigieron a la cocina con una sincronización de reloj atómico. Entraron por la puerta de una manera bastante apretada: sus nalgas se podrían haber fundido en una masa uniforme.
Ya no tenían miedo de tocarse: el cabezazo al entrar les había demostrado que no pasaba absolutamente nada. Les había acomodado las ideas, ya que las ideas son algo abstracto y tienen nulo respeto por la entropía.
Comenzaron a debatirse sobre quien cocinaba, y decidieron, estúpidamente, jugar a la batalla naval: el perdedor debía preparar aquel veneno que Max llamaba comida. Una vez lo dijo su mejor amigo: antes de probar lo que cocina Max es preferible comer una ensalada cicuta y pasarla con un vaso de mercurio, mientras se viste un crótalo de corbata y se sumergen los pies en un barril de escorpiones. Y para rematar, puedes estar mirando un reality show mientras lo haces.
Tiraron una moneda y ganó Max X, ya que, tal vez al cruzar el portal o en algún otro movimiento ligeramente distinto al de Max Y que afectó su bolsillo, la moneda se había posicionado de una manera diferente, y por ende causó un lanzamiento ligeramente distinto, y eso a su vez generó un resultado diferente. El tema es que… Ganó ella, por lo que empezaría atacando.
Obviamente la batalla naval solo era una mera excusa para retrasar el acto mismo de cocinar. Ambos sabían donde estaban los barcos enemigos, no debían andarse con rodeos. Cada coordenada era un tocado o un hundido. Naturalmente y al haber empezado primero, Max X ganó cuando le quedaba un solo barco. Rebosada en felicidad y condimentada con vanidad, quería llegar a la parte de la comida lo antes posible.
—Perdiste, así que estaré en el computador jugando a algo.— Dijo al tiempo que ambos se levantaban de la mesa.
Max Y se volteó a mirarle la retaguardia sin que ella se diera cuenta: si iba a crear una reverenda mierda, debía inspirarse de la fábrica maestra.
—Que buen culo que tengo— Dijo por lo bajo, abriendo la heladera.Buscó un par de papas y decidió que pelarlas tomaría mucho trabajo, por lo que les sacó la tierra, las cortó y las metió a la freidora. La freidora era blanca como el mostrador en el que estaba, y totalmente irrelevante para la historia, pero la nombro porque cuando se habla de cocinar, el relleno es la parte más importante.
Sacó 3 huevos de la heladera, agarró un bowl y comenzó a batirlos. Antes los rompió, obviamente: Será Max Meridian, pero hay ciertas cosas sobre cocina para las que tiene sentido común. Hacer una tortilla es una de esas escasas cosas.
Puso sal al huevo, vio que las papas ya estaban listas y las volcó en una sartén. Puso el batido de huevo, pero se quedo corto de aceite. Termino con un revuelto de papas y huevo que parecía cualquier cosa, menos una tortilla.
Max Y no estaba impresionado ni nervioso, de hecho, estaba incluso orgulloso de que no se le había quemado aquella abominación culinaria. Si hacía una un poco más grande, sin dudas estaría atacando Japón.
Max llamó a Max y ambos se sentaron a la mesa, expectantes por comer esa masa amorfa que se supone contenía huevo y papa. Solo ellos dos podrían estar esperando algo así, pero la comida es como los hijos: aunque sea horrible, si tu la hiciste te va a gustar. Aunque en caso de que no te guste la comida la puedes tirar a la basura, cosa que con un bebé está un poco mal vista.
Empezaron a devorar desenfrenadamente ese monstruo culinario. Al acabar, se quedaron contando anécdotas muy iguales, como si fuera una persona recordando cosas. Lo único que cambiaba era nombres y sexos.
Luego de eso, Max Y se dirigió a buscar a Mario, ya que en manos ajenas podía pasar de ángel a demonio en un abrir y cerrar de ojos. Eso considerando que se encuentre despierto, porque si no fuera por su dieta, se podría confundir aquel perro con un koala tranquilamente.
Max X se quedó sola, así que tomó un poco de dinero que había en la casa y se dirigió a la tienda más cercana: Debía comprar toallitas femeninas, y a pesar de que ella llevaba dinero, las caras en los billetes eran diferentes, y por lo tanto no le servían.
Cuando Max Y volvió a la cas, luego de charlar bastante con su hermana sobre el experimento (mas sin revelarle sobre su contraparte) , se encontró a Max X encerrada en el baño.
—¿Podrías salir? Mis tripas deben ser evacuadas —Dijo frente a la puerta.
Una señora flatulencia salió de dentro del baño, Y entonces Max Y comprendió que no era seguro entrar. Tuvo que aguantarse mientras buscaba un desodorante para el baño, ya que cuando ella saliera… bueno, sabía el olor que él mismo dejaba en esos casos, por lo que no es muy difícil explicar su comportamiento prudente.
ESTÁS LEYENDO
Rompiendo los límites
HumorEn un laboratorio, un grupo de científicos defectuosos y poco morales logran abrir un portal entre este universo y uno paralelo. Max Meridian , un hombre en sus veintitantos y con una vida por delante, es elegido como el conejillo de indias. Momen...