La barrera entre ambos universos estaba alterándose. El portal los había acercado, y ahora colisionaban. Una y otra vez, se tocaban y rebotaban. Parecían dos colegialas jugando a chocarse las manos al ritmo de una canción.
Y, lo que la mayoría de las personas en ambas Tierras no sabían, era que ambos universos seguían la ley de la patente interuniversal, una teoría formulada por un viejo barbudo que se había fumado un par de cigarros de marihuana antes de empezar con las especulaciones. Lo importante de esa ley era que los universos tienen cierto egoísmo material, concepto que , resumido, quiere decir que la materia y energía de un universo tiende a volver a él, si es que de alguna logró escapar. El índice de egoísmo, sin embargo, varia de un universo a otro. Y con dos universos tan cercanos y con índices desconocidos pero ciertamente altos, la atracción generada por la pequeña cantidad de materia intercambiada resultaba inmensa.
Por fortuna, el único efecto de los choques entre las paredes interuniversales era la creación de una cantidad de energía equivalente a un mol de hidrógeno.
Max y Max, a casi un mes de haberse encontrado, estaban un poco más familiarizados y organizados. Ella había comenzado a comportarse más como una invitada, y, por el bien de la ciencia, estudiaba con entusiasmo al macho más inteligente de la casa: Mario. Documentaba cada vez que levantaba la patita, y calculó, con los segundos ahorrados por esa acción, cómo podría haber afectado eso a los humanos.
Cuando tuvo resultados concluyentes, llamó a Max Y. Este se encontraba en la cama, acostado, fantaseando con... cosas. Pero atendió a la llamada con presura. Si ella lo llamaba, debía ser por algo bueno.
—¿Qué descubriste?—Inquirió con curiosidad.
—Los cálculos parecen no equivocarse, mi universo es un par de años más viejo que este. El tiempo que perdemos las mujeres en ir al baño retrasó de a poco los eventos más importantes de la historia. Incluso tuvo un pequeño impacto en los nacimientos. Resulta que, hasta el momento, se ha acumulado un total de dos años de atraso tecnológico. Bueno, casi dos años. Como sé y recuerdo, los portales están desfasados unos segundos. Por supuesto, ahora que hay cada vez más hombres en las ciencias de mi universo, este proceso desacelerará hasta volverse nulo.
—¿No pudiste haber mirado el calendario?
—El calendario no te dice la edad de un universo, sino cuantos años pasaron desde un acontecimiento importante. Pensaba que habían tomado otro hecho como punto de partida... pero no es así.
—Se necesita una mente perturbada para desarrollar esta clase de teorías. Me gustan esa clase de mentes. Me recuerdan a mí. Y vivir con mi otro yo... sigue siendo igual de surrealista que el primer día.
— Este mes juntos nos demostró varias cosas. Entre ellas: que no me aguanto a mí misma, que la gente piensa que somos gemelos y... que cuanto más tiempo pasamos juntos, más nos diferenciamos.
—Sabes, tengo curiosidad por saber cómo reaccionaríamos bajo la influencia de cierta sustancia.
—¿Buscas una excusa para emborracharnos?—Le preguntó ella.
—Sabes que emborracharse sin excusa es aburrido. Pongamos cámaras y luego de la resaca documentemos la diferencia entre reacciones del individuo masculino y femenino.
—Yo con pelotas, sabemos muy bien que tenemos solo un par de cámaras en la casa.
—Son suficientes. Es decir, una aquí y una en el baño...—Señalaba con el pulgar.
—Sé que es tentador grabarnos mientras vomitamos... pero no es buena idea poner cámaras en lugares tan privados.
Pensaron unos segundos sobre el plan. Un minuto más tarde, Max Y ya estaba sacando unas cuantas birras de la heladera. Siempre había cerveza en ese lugar. No sabía cómo, aunque había formulado varias teorías para explicarlo. Entre ellas, un agujero de gusano conveniente y que sólo transportaba cerveza. Ciertos misterios del universo, aún sin ser develados, son oro puro.
Pusieron una cámara en la cocina y otra en el living.
Chocaron dos botellas, las destaparon y dieron el ritual primer beso al pico. Era un beso lento, apasionado. La cerveza era considerada por ambos como el mejor amante que jamás tuvieron. Incluso mejor que... ciertas... manualidades...
Los sorbos se sucedían y las botellas se vaciaban. Luego de un par de charlas sobre la excitante naturaleza de la economía manejada por animales que son más iguales que otros, ambos llegaron al horizonte de sucesos de lo que jamás se debe hacer cuando abres un portal. Porque un borracho promedio puede cagarse la vida, pero no en soledad. Un científico borracho, solo consigo mismo... es algo diferente. Porque se caga la vida, pero lo excusa en el nombre de la ciencia (que para algunos toma un papel casi religioso) y lo documenta.
A la mañana siguiente, despertaron con resaca, desnudos, y, uno junto al otro. Ambos estaban apretujados en la cama.
Al abrir los ojos y darse cuenta de lo que habían hecho, se miraron con una expresión de horror.
—¡Vinimos a la habitación! ¡Deberíamos haberlo hecho donde estaban las cámaras! —gritaron a la vez.
—¿Tenías algún método anticonceptivo en casa? —preguntó ella.
—No. Aparte, esto fue, por definición, una paja. Probablemente la mejor de mi vida. Y no la recuerdo. Y no la grabé. Y no había nada que pudiera usar como método anticonceptivo.
—Podría ir a tomar la pastilla del día después... o... Imagina que vuelvo a mi universo con un bebé que es completamente mío. Un bebé que no tiene, según la genética, un padre. Fama, fortuna...
—Un bebé con problemas...
—Sé que eso no te importa.
—La verdad... no —dijo agarrándose la frente.
—¿Te das cuenta que la posibilidad de reconocimiento nos aleja de nuestros valores morales? esto es peor que el incesto.
—No sé, pero por definición, fue masturbación. Y lo que nos importa son las definiciones. La paja más extrema del universo.
»Ahora, tomemos agua, preguntémonos qué es lo que nos da la lucidez para hablar de estas cosas habiendo estado tan borrachos y veamos qué mierda grabamos.
—Me parece bien. Levántate...
—Tú...
Se dieron cuenta de que habían traído dos termos con agua y los habían dejado junto a la cama.
—Bueno, no hay necesidad de vestirse e ir a tomar algo todavía... —dijo ella
—Podríamos recrear la experiencia...
—Y documentarla. Si no se puede recrear, al menos en teoría, no es un suceso científico.
Bebieron unos cuantos sorbos de los termos y cada uno fue a buscar una cámara. Aún les quedaba espacio en la memoria, así que las pusieron en su lugar, las encendieron y, el resto, fue... algo que ellos llamaron investigación.
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Rompiendo los límites
HumorEn un laboratorio, un grupo de científicos defectuosos y poco morales logran abrir un portal entre este universo y uno paralelo. Max Meridian , un hombre en sus veintitantos y con una vida por delante, es elegido como el conejillo de indias. Momen...