CAPÍTULO 1

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14 de enero 2020

Charlotte

Parece que fue ayer cuando me entró aquella llamada y me dieron la espantosa noticia, aquella noticia que me desgarró el alma e hizo que todo mi mundo se viniera abajo, y yo cayera a un precipicio.

Sigo sin creerlo, cuánto desearía que esto fuese un sueño, una terrible pesadilla.

Hoy se cumple un año de su partida.

Estoy tirada en el piso junto a mi cama hecho un ovillo, abrazando sus zapatillas de danza con los ojos hinchados de tanto llorar, rodeada de mis cosas hechas trizas, mi mesita de noche está en el piso, mi lámpara hecha pedazos al igual que mi corazón, la estantería de libros boca abajo, libros sin hojas.

En un ataque de cólera y gritos que me desgarran la garganta me pregunto porqué se fue y me dejó, porqué partió así, sin más. La amaba tanto y tenía tanto que dar que me es imposible creer esto.

Me levanté del suelo y me dirigí hacia mi baño con las zapatillas aún en mi mano "te extraño" susurré entre lágrimas.

Estaba hiperventilando cuando agarré el primer frasco que había a la mano en el stand de aquel baño. En ese momento todo mi cuerpo temblaba y con la vista borrosa por las lágrimas vacíe el frasco de pastillas en mi mano, y la dirigí a mi boca, me dejé caer hasta el suelo aún gritando su nombre.

Entre mis sollozos, mi fuerte respiración y los latidos de mi corazón, escuche un ruido lejano, la puerta abrirse de golpe, mi padre llamando a mi madre, mi madre llorando.

Todo sucedió ante mis ojos tan despacio mientras sentía mis párpados pesados.

Mi madre gritar mi nombre fue lo ultimo que escuche antes de cerrar mis ojos por completo y ver total oscuridad.

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Me encontraba en un salón gigante de danza. Mi figura delgada y alta se reflejaba en el gran espejo que abarcaba toda la pared. Me observé de pies a cabeza, mi cabello liso color cobrizo estaba envuelto en un gran recogido y decorado con un delicado pero elegante tocado, mi flequillo estaba peinado de una manera perfecta. Un ligero maquillaje resaltaba mi rostro y mis ojos color negro. Mi piel clara parecía uno con mi traje color hueso, un corsé tallado a mi medida que llegaba hasta mi cintura, en la parte de abajo llevaba unas medias veladas con un tul que iba de mi cintura y caía hasta mis pantorrillas. Mis zapatillas contrastaban con el color de mi cabello.

Me veía reluciente.

A lo lejos se escuchaba a un tumulto de personas gritar mi nombre, aclamaban mi salida.

En un abrir y cerrar de ojos estoy justo en frente del telón, lista para salir. Aquel se rueda y comienza a sonar "Ángel by the wings" una melodía tan familiar que mi piel se eriza.

Bailo al son de la música y me desconecto del mundo, mi cuerpo se expresa en cada movimiento y por un momento me siento libre. Cierro mis ojos y me dejo llevar.

Me transporto a mi habitación un día después de las agotadoras clases, poniendo esta canción, nuestra canción, ella y yo bailando juntas en una perfecta sincronía, riendo a carcajadas y olvidando el exterior.

Se desvanece, ya no está a mi lado bailando y riendo.

Llanto es ahora lo que inunda mis oídos, y sangre es lo que veo al abrir mis ojos.

La madre de Cynthia en el suelo, abrazando el cuerpo frío e inerte de su hija cubierto de sangre. Se voltea y me señala <<"es todo tu culpa" >> me grita entre sollozos. Bajo la mirada a mis manos y están cubiertas de un color carmesí, proveniente de la sangre de mi mejor amiga.

Cesa la música.

Aquella escena se esfuma y ahora estoy en el escenario, frente a  las miles de personas. Ya no aclaman mi nombre, ahora tienen fija en mí una mirada de desaprobación. 

<<"la mataste" , "eres culpable", "asesina", "inúndate en tus miserias", "mereces morir">>

Eso y muchas cosas más me gritan las personas entre balbuceos y palabras soeces.

El espacio se vuelve pequeño, están cada vez más cerca de mí y me arrinconan. Me siento chiquita, me tiro al suelo con las manos en mis oídos y las rodillas en mi pecho.  Mis lágrimas caen en mis mejillas arruinando el maquillaje, dejándome hecha un caos. 

Siento una mano en mi hombro izquierdo, una electricidad recorre todo mi cuerpo, alzo la mirada y observo a Cynthia a mi lado. Las personas desaparecen dejándome a solas con mi mejor amiga. Su hermoso cabello negro y ondulado cae sobre su espalda. Tiene un elegante vestido, aquel que usó la última vez que la vi, pero esta vez era de un color hueso al igual que el mío. Irradiaba luz, parecía un completo ángel. Mi ángel.

Me extiende su manos y me indica que me ponga de pie, lo hago. 

—Charlotte, tienes que ser fuerte por mí y por tus padres. Lamento haberme ido sin despedirme y de una manera tan repentina, a diferencia de ti, mi camino era un callejón sin salida pero tú, tú tienes un camino largo y hermoso por recorrer. Eres una chica increíble y con mucho potencial, nada de esto es tu culpa— Me dice tranquila. 

—No puedo seguir sin ti, te extraño.— le digo entre lágrimas.

—Sí puedes, siempre estaré para ti. Es hora de continuar, hazlo por mí. — me extiende sus brazos y me rodea con ellos en un gran abrazo— te amo, en vida lo hice y ahora no lo dejare de hacer— con eso me suelta y antes de que pueda decirle lo mucho que yo la amo se desvanece. 

—NOOOOOOOO— un grito desgarrador sale de mi garganta. Me desplomo en el suelo, me falta el aire. Todo se nubla y por segunda vez vuelvo a caer en oscuridad absoluta.  

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Bárbara West, madre de Charlotte.

—Gracias cariño— le digo a mi esposo cuando me entrega una taza de café.

No hemos dormido nada desde esta madrugada cuando llegamos al hospital. Estamos en la sala de espera, al tanto del diagnóstico del médico con respecto a nuestra niña.

De la habitación de Charlotte sale una enfermera, me levanto del sofá. —Código azul en paciente número 37— grita ella.

Un grupo de médicos se dirigen a toda prisa a la habitación.

La taza de café que tenía en mis manos cae al suelo y se hace pedazos. "Algo malo le pasó" pensé de inmediato.

Entro en pánico y corro desesperada con lágrimas en mis ojos y mi corazón a mil detrás de ellos.

—No puede pasar señora— me detiene uno de los enfermeros.

—¿Qué está pasando? ¿Está mal? ¿Qué significa código azul?— pregunto al borde del colapso.

—Se trata de un paro cardiorrespiratorio— me indica.

Suelto un grito que me desgarra la garganta. Siento mis piernas temblar, voy a colapsar.

Mi esposo me abraza por detrás. Al sentir sus brazos rodearme la cintura me dejo caer y entre lágrimas digo —le he fallado como madre—.

Ni una lagrima másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora