CAPÍTULO 3

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Charlotte

Escuchar aquel sonido que producen las olas del mar me transmiten tanta paz, estoy en una hermosa playa, en sí no sé en cuál ni en dónde pero ver este hermoso paisaje me relaja, hace que mis pensamientos se dispersen y mi mente quede en blanco, en una paz y armonía grande conmigo misma. El kimono con pequeños detalles de rosas color negro que traigo puesto se ondea con las fuertes brisas provocando que se eleve, voy en un short de mezclillas y una sencilla camiseta del mismo color del kimono. Recorro la playa descalza, con mis vans y mi sombrero a la mano, sintiendo la arena bajo mis pies. El viento me acaricia el rostro y alborota mi cabello.

Por un instante quedo embelesada con aquel paisaje que se cierne ante mis ojos, que no me doy cuenta que he dejado de caminar y que las cosas que llevaba en la mano ahora yacen sobre la arena, no pienso, es mi cuerpo el que actúa por sí solo, saco mi teléfono y selecciono una canción, lo posiciono dentro de mis zapatos para que se escuche más.

El mar, el sol, el viento, el cielo azul, la canción y todo en este lugar me relaja, me da paz y tranquilidad, así que dejo que mi cuerpo haga aquello que tanto le gusta, bailar. Me dejo llevar al son de la canción, es lenta al igual que mis movimientos, con cada uno expresó todo lo que siento. Estoy en ataraxia y mi cuerpo lo transmite en cada gran jetè, attitude devant y demás posiciones tan familiares.

—Lottie— susurran.

Dejo de moverme, «¿Acabo de escuchar que me llaman o simplemente lo he imaginado?».

—Lottie— Vuelven a decir en un tono más alto. Definitivamente lo estaba escuchando. Se me eriza la piel al caer en cuenta que soy la única persona en este lugar vacío.

—¿Papá?— mi voz no era más que un murmullo—¿eres tú?.

—Lottie— siguen susurrando, cada vez más, ya no era una sino mil voces las que decían mi nombre.

Miro a mi alrededor y no veo a nadie, eso me confirma que las voces están en mi cabeza y entro en un estado de pánico. Aquellos susurros y murmullos me llevan al borde del colapso que me dejo caer de rodillas en la arena con las manos en los oídos, en un intento fallido de parar aquellas voces dentro de mi.

Me agitan los hombros y abro los ojos. Me doy cuenta que estoy con las rodillas en mi pecho y mis brazos envueltas en ellas, en el asiento trasero del coche de mis padres, el sudor recorre mi frente hasta mis mejillas.

—Lottie, llegamos— la voz de Marcus se escucha lejos debido a que Her de Anne Marie adorna mis oídos. —¿Estas bien?— me pregunta un tanto preocupado. Paso saliva y me limito a asentir.

—Charlotte baja rápido por favor— dice mamá desde la entrada del restaurante. Papá se da la vuelta para dirigirse a la entrada, ruedo los ojos al ver el gran letrero que me indica que estamos en Mc Donalds.

Me quito los audífonos y los guardo junto con mi teléfono, no sin antes ver la hora, me seco el sudor de la frente con la manga de mi sudadera y me dispongo a salir del coche.

Es la una de tarde, y mis padres han hecho una parada para almorzar. Salimos de casa hace una hora, estamos de camino a carmel, un pueblito que se encuentra a 180 kilómetros de san francisco, situado en el condado de Monterey. Son dos horas y veinte minutos aproximadamente en coche desde mi casa.

—¿McDonald's para el almuerzo?— cuestiono.

—Pensamos que era una buena idea cariño— me responde Barbara con una cara de felicidad mientras ve el menú.

—¿Segura y no es porque a ti te encanta la comida de aquí?— entrecierro los ojos— porque para empezar ni me gustan las hamburguesas.

—¿Qué?— finge sorpresa— Marcus por DIOS, estás seguro que es mi hija?.

Ni una lagrima másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora