¿Hola? -anteultimo

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La adrenalina le recorre de punta a punta y corre detrás de Hinata con todo lo que pueden sus piernas.

Las lágrimas le caen como si fuera el oxígeno que respira a todas horas.

Quiere decirlo, quiere dar el primer paso, ya es el momento. Su garganta quema como el infierno, intentando cerrarse, su conciencia le dice que va a dar pena, que lo va a espantar. Pero no le importa. Le importa una mierda ya. Ya no podía simplemente retenerse, y este era un momento perfecto, de esos en los que siente que está volando en una esponjosa nube de algodón. En los que se siente feliz.

Vagos recuerdos pasan por su mente, aquellos en los que se sentía solo, sin importarle a nadie. Aunque son recuerdos de hace un mes, Kageyama los ve lejanos. Quiere un nuevo futuro, uno bueno, en el que pueda tener amigos, ir a las juntadas de los sábados, pasar horas eligiendo que regalar en los cumpleaños o al menos, un futuro en el qué cuando se levante, encuentre un mensaje de buenos días.

Está a tres metros de Hinata, observa su espalda y sus cabellos de sol, su corazón desborda energía positiva y cariño con solo el hecho de ver su perfil, su frente, o cualquier ángulo de él. Aún así eso no le basta hoy. No espera más y pone manos a la obra, toma aire, lo retiene en sus pulmones y pronuncia la palabra que más le a costado decir en años.

– ¡HOLA! – grita, y lo vuelve a repetir. – ¡HOLA HINATA!

Tal vez sea un raro gritándole a una persona que tiene a tres metros. Tal vez eso no es suficiente. Hinata no se voltea hacia el. Ni se inmuta.

– ¿Hinata...? – pronuncia el nombre con preocupación. Se coloca al frente del colorado y vuelve a preguntar. – ¿Hola..? Hinata... Soy Kageyama Tobio.

Cuando el cuerpo lo traspasa, como si fuera el aire, empieza a gimotear como un cachorro olvidado, las gotas saladas no paran de caer sobre su rostro, quiere detenerlas, quiere detener todo. Retroceder en el tiempo y volver a empezar.

Algo debe estar mal, algo está mal. Esto no es una pesadilla, mucho menos un sueño. Leves "hinata" modulan sus labios, en intentos torpes de que lo oiga. Vuelve hasta él y le toma de la remera, apenas su mano roza la prenda y después la traspasa.

Hinata se da la vuelta y sus miradas chocan, pero no sé da cuenta. Otro suspiro, otro llamado, Hinata mira a sus costados con curiosidad. Jura que escuchó algo... No, sintió algo. Pero ahí no hay nada, nada que pueda ver.

Una mano se posa en el hombro de Kageyama, dándole golpesitos tranquilizantes, brindándole apoyo. Se da la vuelta y encuentra a Bokuto, mirándole con pena. Las cejas las tiene deformadas en tristeza al igual que sus labios. Tiene el impulso de abrazarlo para rellenar durante un tiempo ese vacío que se está formando en su pecho, pero no lo hace.

– De esto... ¿Me tenía que dar cuenta?– susurra entre hipidos, tiene sus manos fuertemente cerradas a sus costados, reprimiendo la angustia.

Desde muy dentro de su ser sabe que le gusta tener al menos un mínimo control sobre las cosas, pero en este momento no entiende nada, las cosas se le van de las manos como si fueran granos de arena. La situación está fuera de su alcance porque no tiene ninguna base donde apoyarse. Sus padres, Bokuto, todos ellos saben algo y cree que está relacionado con ello.

Su mente no le permite divagar más, pidiéndole a gritos un poco de cariño hacia sí mismo, una atención personalizada que le explique o sinó una persona que escuche su situación.

– ¿Kageyama?

Escucha a lo lejos la voz de Bokuto, llamandolo con insistencia, pero el sonido solo lo abruma. Siente un horrible dolor de cabeza, cómo si una raíz le empezara brotar desde su oreja y le siguiera por el resto del cráneo, perforando todo a su paso. Su conciencia no puede dar ni un paso más y cae rendido.

Único ¡! Kagehina. HinakageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora