No es destino.

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Tobio estaba totalmente convencido de que el destino no existía, porque si realmente estuviera allí, sería imposible hasta predecir el clima. Por eso el que Hinata y el se encontraran eventualmente en la calle era por mera coincidencia. Nada los unió, nada los une y, seguramente, nada los unirá.










La paranoia anda marcada en sus ojos cuando sale de su hogar, cree que nunca se acostumbrará a salir sin temer un encuentro. Porque hoy no sale para ir al colegio, es sábado, sale para ir a comprar medio kilo de pan al centro.

Desde que conoció a Hinata, su primer amor y desearía que también fuera el último, teme salir de su casa sin el uniforme escolar. Quién sabe cómo reaccionaría el contrario al ver sus terribles gustos para vestirse, con esos pantalones beige que le llegan por debajo de la rodilla y su remera azul lisa que está manchada con la leche que se le volcó por la mañana.

Se hubiera cambiado si le habrían avisado que lo sacarían, pero no tuvo tiempo de nada que lo sacaron a rastras de la casa y le cerraron la puerta en las narices. No los culpaba, después de todo era una de las pocas formas de sacarlo de su casa, ya que se la pasaba encerrado y se negaba a todo.

Está en crocs negras, medio manchadas en las suelas porque pisó un charco de barro de lleno. Pero eso no se nota así que no importa. Tampoco se lavó los dientes ni se peinó... Era sábado a las nueve de la mañana, no esperen nada de él.

No es como si se viera en el espejo, desde hace meses que lo dejó de lado, evitando completamente ver su reflejo.

Su mente se esfuerza en recrear algo a su lado, ya sea Luna, Hinata... O aunque sea a Tsukishima, pero hoy nada funciona como quiere y se encuentra caminando solo. Tiene esa pizca de suerte que en su barrio nadie se levante temprano y solo escucha las ruedas de los pocos autos que pasan por la calle.

Aún así se mantiene alerta, hoy no trajo su celular para fingir estar concentrado en otra cosa así que no puede bajar la guardia... Podría encontrarse con algún grupito de chicos de su edad caminando y dios, moriría de vergüenza. Seguramente agacharía la cabeza, mirando las líneas de la vereda y jugando a no pisarlas.

¿Qué más da? La peor de las opciones se está dando frente a sus ojos, cuando Hinata aparece junto a su hermana, el colorado lleva una bolsa con chocolate Nesquik, amacandola de a un lado a otro con diversión.

Con rapidez observa para otro lado y busca pasarse de calle, pero unos autos vienen en cadena así que le es imposible. Solo bastan unos segundos para que Hinata pase a su lado, sin percatarse ni un segundo de su presencia. Va hablando con su hermana, completamente concentrado en la conversación.

Y aunque lo hubiera intentado evitar desde que lo vió... No mentiría si dijera que le hubiera agradado un saludo, una pregunta de hacia donde iba, o como mínimo una mirada. Cualquier cosa antes de pasarlo como si fuera un fantasma.

Algo parecido a un animalito salta en su estómago, gritándole que hable, que salude, que diga lo que sea. Pero no sale nada, modula con sus labios como si dijera un "hola", aún así sus cuerdas no cooperan y se forma un nudo en su garganta.

Ya no tiene ni las menores ganas de ir a comprar pan, sabe que si no lo hace seguramente se tenga que bancar los gritos de su padre, diciéndole que es un completo inútil, pero no le importa mucho. Se pasa al parque del frente, recostándose bajo la sombra de un árbol.

La situación le trae un dejá vu, de esos clichés donde las parejas destinadas se encuentran en el parque y se enamoran perdidamente. Bueno... Su supuesta pareja destinada lo pasó como si nada y la realidad es que por el momento no tiene ganas de verlo. No cuando está con el rostro pálido y unas ojeras hasta la manija por no dormir bien por la noche.

Único ¡! Kagehina. HinakageDonde viven las historias. Descúbrelo ahora