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Viernes 13, septiembre, 2024

— ¿Alguna vez sentiste que estabas muerto, pero tu corazón seguía doliendo? Dicen que la gente puede morir de un corazón roto ¿Falta mucho? —leyó Karime aquel escrito propio — Es una basura.—arrugó el papel y lo tiró en algún lado del enorme estudio.

Karime Pindter, una joven con el sueño de ser escritora. Se encontraba en su estudio repitiendo el proceso: escribir, leer, arrugar y tirar. Se sentía pérdida, la inspiración se había ido y el sentimiento se había esfumado.

— ¡Todo es una completa mierda!—volvió a arrugar un escrito y lo lanzó — No sirvo para esto, debí dejarlo hace años.—se recostó en su escritorio mientras pensaba sobre lo horribles que eran sus escritos, tal vez necesitaba enamorarse de nuevo.

En México todas las personas eran comunes. Había rostros familiares e ideas asquerosas en el mundo. ¿Quién podía devolverle aquella pasión? Había mujeres guapas, delgadas, con cabellos dorados y ojos adiamantados, pero no eran su tipo. Pensó durante varios minutos, pero ninguna mujer parecía alcanzar sus estándares.

— Necesito un cigarro.—se levantó de su cómoda silla, buscó en su chamarra algún cigarrillo de menta y algún encendedor con poco gas. Se dirigió a su enorme ventana, encendió aquella adicción y miró a los ciudadanos.

El cielo se veía casi perfecto, el color amarillento y azulado del atardecer hacían que sus ojos brillaran de lo perfecta que era aquella escena, el aire movía ligeramente su pelo y en el parque principal; a lo lejos pudo apreciar a una mujer muy peculiar, vestía un short demasiado corto de mezclilla y un top negro, parecía ver en las flores lo que nadie más podía observar.

— Qué guapa. — Karime pensó sobre aquella mujer, mirar las flores le parecía algo infantil, sin embargo, notó aquella diversión en la mujer. Karime terminó su cigarrillo y lo lanzó hacia el vacío de aquella ventana.

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— Qué irreal ¿No?—aquella chica que vio Karime desde su ventana conversaba con las flores — Ojalá ser como tú.—miró la flor con admiración y cariño

El clima empezaba a cambiar, el aire se sentía cada vez más fuerte, pero a aquella muchacha no parecía importarle demasiado.

— ¿Por qué la gente es tan cruel? Todos deberían ser más como tú, bonitos y poco expresivos. —seguía mirando la flor, parecía que esperaba alguna respuesta sincera.

Gala Montes era una mujer con una vida desordenada, su padre era director de una editorial, su madre trabajaba turnos demasiado largos en el hospital de la ciudad, ganaban lo suficiente para sobrevivir, vivía junto a su hermana mayor. Ella era de esas personas que ya no se fabrican, admiraba las flores y el cielo como si fuera la pintura más bonita que había visto en su vida, escuchaba música a todo volumen para poder olvidarse un poco de su monótona vida.

A veces ella solo quería desaparecer y olvidarse de todo el dolor que el mundo le causó.

¿Por qué el mundo se empeña en dañar a los más sinceros?

El tiempo pasó y Gala caminó un poco por el enorme parque, pensaba en su más reciente amor, una chica bastante atractiva, ligeramente más alta que ella y con una actitud que la cautivó de inmediato, Gala se había enamorado de ella, hasta que la engañó con alguien más. No podía odiarla. De vez en cuando esa mujer la buscaba, le marcaba sin parar y dejaba mensajes cada cierto tiempo, Gala había cortado toda comunicación con ella, no quería saber de ella en un buen rato.

Se detuvo en una cafetería con poca gente, entró y de inmediato el olor a café la atrapó, pidió un café americano y un croissant, algo básico. Caminó unos pocos pasos y se sentó en una de las barras que tenían vista hacia la calle, la gente pasaba con sus paraguas y con chamarras enormes, las gotas de lluvia se deslizaban por el enorme ventanal de la cafetería y Gala hacía carreras imaginarias con las gotas que bajaban.

La Niña De La Mariposa | GarimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora