Capitulo 5.

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Tristen

Era extraño, extraño todo lo que había sentido en una maldita mañana.
Maldita la hora de fijarme quien era la persona que andaba por la carretera descalza, maldita la hora en hablar y verla malditamente borracha, desamparada, con todo su maquillaje corrido y sus pies que debían estar totalmente doloridos. Maldita la hora que decidí cogerla y forcejear con ella hasta meterla en el coche, incluso borracha era una testaruda.
Y no hablemos de quitarle el vestido, ella ya a punto de caerse rendida en al mundo de los sueños, verla con aquel encaje negro y sus medias, tocar esa piel suave y ponerle una de mis camisetas.
No poder dormir en toda la maldita noche tan sólo por verla como dormía.
La quería fuera y dentro, era una extraña sensación la cual no sabía a que tenía que hacerle caso.
No querer separarme de ella después de toda aquella mañana. Efectivamente, me costó despedirme.
Y justo en ese momento, estaba en el sofá de mi casa viendo a la nada con la televisión encendida, pero no dejaba de pensar en aquel arrebato que tuve y la besé. Oh mierda, y tanto que la besé y la besaría mil veces más.
Todo aquello fue interrumpido por una llamada a mi teléfono.
-¿Qué pasa amigo? - le saludé al cogerlo.
-No mucho, tenemos un problema bastante grave - la voz de Patrick ya era preocupante.
-Bien, dime donde estás y voy para allí - le contesté mientras me levantaba del sofá.
-Hotel Friday Night, creo que puedes imaginar que ocurre - dijo este.
-Estaré en diez minutos.
Al colgar, me guardé el móvil en el bolsillo, cogí las llaves de casa y del coche y salí sin mirar atrás y lo más rápido posible.
En el ascensor recordé cuando Dea y yo bajábamos y la tenía en brazos, aquella señora suspirando por un amor. ¿Amor? No, no había nada más que odio hacía Dea, o bueno, lo había. Había aprendido que no se puede juzgar a una persona sólo por la primera impresión que te da.
Dea no era aquella pequeña niña que me quitó mi aparcamiento y se encaró conmigo sin tenerme miedo, aquella pequeña niña que me descuadró y sobretodo me robó parte de mi deposito, no me arrepiento tener que pagarlo de nuevo, por que lo haría mil veces más.
Cuando me di cuenta, llegué al gran aparcamiento del hotel Friday Night. Me bajé del coche y caminé decidido a la entrada. En el gran vestíbulo color crema con sus pequeños sofás color chocolate.
En el mostrador, Patrick atendía a dos jóvenes mientras al lado, Martha se estaba discutiendo con una mujer de unos treinta años o más.
Llegué a ellos, Patrick se despedía de aquellos dos jóvenes y me miró suspirando.
-Te presento a Miranda Kanovav - Patrick señaló a la mujer.
-¡Quiero una maldita habitación! - esta gritaba.
-Buenas tardes señora Kanovav,¿puedo ayudarla en algo? - pregunté.
-¿Me vais a traer a todo el maldito pueblo? - preguntó ella mirando a Martha con odio.
-Él es el alcalde, señora - Martha se excusó.
-Un gusto - Miranda extendió su mano a lo que la estreché.
-¿Ha ocurrido algo desagradable?
-Y tanto, no puedo creer que estos dos señores no me den una maldita habitación - se quejaba.
-Le volvemos a decir que no le podemos dar una habitación si usted no tiene dinero - explicó Patrick.
-Ya les he dicho, estoy buscando a mi hija y ella va a ser quien se encargue de pagar la maldita habitación.
-Señora Kanovav debe entender que no se les puede dar habitaciones a todos si no tienen el dinero - le expliqué - podemos hacer excepciones pero si se la hacemos a usted, se la deberíamos hacer a todos los que viniesen.
-A mi me importa un comino los que vengan, estoy hablando de mi.
-Si quiere que le demos una habitación, deberá llamar a su hija primero.
-Perfecto - ella asintió - y que sepáis una cosa, volveré, volveré solo para joderos.
Esta, agarró con fuerza su bolso, sacó el pelo que le molestaba del hombro y con una mirada penetrante, alzada y erguida se fue hasta la puerta del hotel y desapareció.
-Pobre la que sea su hija - Patrick suspiró.
-Una luchadora de pies a cabeza - asentí - sabes que volverá y con quien sea su hija, pero volverá.
-Trataré de escabullirme si hace falta. No pienso enfrentar más a esa mujer.
-Bien, si ya no hay nada más por aquí, tengo que irme, estoy bastante liado hoy.
-Como siempre Tristen. Tal vez luego puedas pasarte donde Jeff.
-No lo creo - encogí un hombro - estoy ocupado.

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