Capitulo 1

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Dea

Miré mi coche por ultima vez.

Un seat azul estaba aparcado en la zona de descanso con tres de las ruedas pinchadas. Al parecer, la persona que me había estado torturando por todo lo que llevaba de vida, seguía haciéndolo.

Estaba huyendo de mis problemas, pero jamás supe que justo en Tennessee me hubiese seguido y hubiese conseguido que me parase por unas horas de mi viaje.

Yo, en cambio, estaba sentada a unos metros de mi coche, con toda mi comida en la mesa de picnic y sin probar ni siquiera un bocado.

Me recordaba a mi misma todo el maldito tiempo que me había hecho llegar hasta donde estaba.

En mi ciudad natal no tenía más que disgustos, problemas, sufrimiento. Y quería ser fuerte de una manera diferente que enfrentándolo. Debía de huir.

Suspiré mirando para otro lado. Quería maldecir por todo lo alto pero eso asustaría a la familia que estaba pasando tan feliz por el aparcamiento para llegar a su coche y emprender su viaje.

Estúpidos. ¿Cómo iba siquiera a moverme un metro o conseguir nuevas ruedas con tan sólo diez dólares y cinco centavos? Estaba arruinada.

Ni siquiera sabía que iba a hacer esa misma noche, mi suministro era tan escaso que ni daba para una maldita habitación de hotel barata.

Estaba en problemas, no podía dejar de pensar en ello. Tenía serios problemas. Jamás tuve que dejar mi casa.

-Llevo más de dos horas mirándote, ¿estás bien? - la voz dulce de una mujer me sacó de una discusión con mi yo interno.

Volteé para verla mucho mejor. Una mujer de unos veintitrés años estaba de pie en un vestido veraniego naranja y unas botas vaqueras negras. Lo que más iluminaba era su rostro bronceado, su pelo liso rubio y la sonrisa amable que llevaba de por sí.

-Estoy bien - le sonreí de vuelta tratando de ser agradable - mi coche me ha traicionado, eso es todo.

Ella se sentó a mi lado analizando todos los coches que habían aparcado.

-El azul - le dije ayudando a encontrarlo.

-¿El motor? - preguntó.

-Las ruedas, alguien que quiere que no siga con mi viaje - suspiré hundiéndome en mi misma.

-Eso no es ningún problema, ¿tienes algo de dinero? Mi padre es mecánico, puede ayudarte - su sonrisa profundizó.

-No sirven mis diez dólares con cinco centavos - dije apenada. Mierda. Debía ser fuerte.

-Bien - su mirada me estudió muy atenta y pensativa.

Yo que no sabía que era lo que estaba maquinando en su mente, dejé que el silencio volviese a permanecer entre nosotras.

Ella era una buena chica, trataba de ayudarme, pero no era capaz de poder hacer nada más por mi que distraerme por unos pocos minutos de mi problema principal.

-¡Lo tengo! - anunció entusiasmada causando que saltase por ello.

-¿Qué? - profundicé mi ceño.

-Mi hermano tiene aquí un bar bastante famoso y necesita a alguien que quiera trabajar por unos cuantos dólares. ¿Qué te parece? - preguntó ella.

Ni siquiera la conocía a ella, ella no sabía nada de mi y me estaba ofreciendo un trabajo en el bar de su hermano, ¿qué de raro estaba sonando todo aquello?

-Yo... Umm... No sé que decirte - dije la verdad. Estaba confundida.

-Claro - su mano chocó contra su frente - crees que soy una extraña que tan sólo quiere aprovecharse de ti - encontró el punto exacto - soy Munera Fitz.

Irresistiblemente diferenteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora