Capítulo veintisiete

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"El celoso se pasa la vida buscando un secreto cuyo descubrimiento ha de causar su desdicha".

Axel Oxentierna


Al llegar a casa, revisé mi celular. Todos los mensajes que tenía eran de Enzo, refiriéndose a lo que pasó. Sin duda, mi plan había funcionado.

Leí cada uno de los mensajes y respondí

"No te preocupes, Enzo. Nos vemos mañana en Las Parcas y ahí aclararemos lo que pasó. No debí de haber salido así de la biblioteca, pero sirvió para pensar las cosas".

Recibí su respuesta.

"Esperaré con ansias el día de mañana".

Tenía que pensar muy bien lo que le diría, porque ese era el momento decisivo para poderme adentrar a esa familia.

Afortunadamente los hermanos Martínez Enciso, accedieron a darme permiso de salir temprano el sábado, con la condición de ir el día lunes a trabajar. Les dije que tenía que hacer un trabajo en equipo para la escuela, no era mentira, pero no era la verdad completa. Mi trabajo era en Las Parcas con Enzo, pero decidió ocultar eso, por su bien y por el mío.

A quien no le fue tan bien, fue a Aarón, al cual no dejaron de reprender por llevarse la moto sin avisar.

Salí a las tres de la tarde de la pizzería, fui a la plaza tomé un taxi y pedí que me llevara a Las Parcas. El hombre reaccionó sorprendido, ya que usualmente las personas no van ahí a menos que sea para la fiesta anual de los Carranza.

—Señorita, perdón por preguntar pero la esperan en Las Parcas

— ¿Por qué pregunta?

—Porque los Carranza no aceptan visitas

—Lo sé, no se preocupe, vengo a resolver unos asuntos de negocios con ellos y me están esperando.

Cuando estuvimos por llegar le mandé un mensaje a Enzo.

"Estoy por llegar"

"Perfecto, te espero en la entrada"

Cuando el taxi paró, él ya estaba esperándome en el portón de la entrada al rancho. Le pagué al taxista y bajé.

Al verme sonrió

—Hola—le dije.

Abrió y me saludó con un beso en la mejilla.

Caminamos hasta la entrada de la casa.

Entramos.

—Trabajaremos en mi habitación, ahí nadie nos molestará.

Asentí.

Pasamos por el cuadro que antes ya había visto y subimos las escaleras hasta el segundo piso.

Había demasiadas habitaciones, entramos en la segunda puerta a la derecha después de subir las escaleras.

Abrió y entramos.

Era una recamara bastante sobria. Una cama, mesa de noche, un escritorio y un librero con bastantes libros en él.

Dejé mi mochila en la cama y me senté. Saqué mi computadora y la encendí.

—Ayer comencé a acomodar la información en las diapositivas, espero que no te moleste.

—No te preocupes, yo hice lo mismo.

Perverso SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora