Capítulo veintidós

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"Nadie tiene la memoria suficiente para mentir siempre con éxito. Podrás engañar a todos durante algún tiempo; podrás engañar a alguien siempre; pero no podrás engañar siempre a todos".

Abraham Lincoln

—Recuerda que debes de tener mucho cuidado en Las Parcas. Eres mejor que ellos, no vayas a hacer alguna locura—me dijo mi madre.

—No lo haré, descuida. Tengo todo controlado y el plan no fallará.

Esperaba que no hubiera otro inconveniente, como en la pasada fiesta.

— ¿A qué horas llegará por ti Aarón?

—No debe de tardar.

Ella sonrió

—Ese chico me agrada, se nota que es de buen corazón, un poco corrompido por el pueblo, pero se ve que es bueno.

—Ha sido una buena persona y eso lo tendré siempre en cuenta.

Tocaron a la puerta. Debía ser él.

Abrí y sí, lo era.

Vestía jeans, camisa negra y tenis de color blanco, con el cabello un poco desarreglado, lucía muy bien, juvenil, fresco y despreocupado, tal y como un joven de veinte años debía lucir.

Sonrió

—Buenas noches, Dra. Narváez—saludó a mi mamá quien estaba detrás de mí.

— ¿Nos vamos? —le pregunté

Asintió

Salí

—Nos vemos luego, Dra. Narváez

—Me saludas a tus padres y váyanse con mucho cuidado

Me subí a la motocicleta. Usar un vestido en esa ocasión no fue una buena idea. Llevaba puesto un vestido color azul con flores blancas y mis converse blancos.

Todo el camino hasta las parcas estuve cuidando que no me levantara el viento el vestido.

Al llegar bajamos y nos adentramos a la fiesta. Todos los jóvenes y no tan jóvenes estaban presentes. La música se escuchaba hasta la entrada y seguramente más allá del lago.

Al entrar al lugar vimos a Gerardo, quien estaba acompañado de Laura, quien al verme me abrazó

—Hola Laura—me alegré de verla— ¿Cómo estás?

—Mejor, gracias por su visita. Estoy lista para la escuela, para tener algo con lo cual distraerme.

—Eres a la única persona que he escuchado que utiliza a la escuela como distracción cuando la mayora de las personas utilizan otras cosas para distraerse de ella—Gerardo se burló de ella y luego rió

—Déjala en paz—la defendí

—Gracias—respondió Laura y me guiñó un ojo—pero no yo puedo defenderme de este gigantón—le dio un golpe en el brazo.

—Iré por unas cervezas, ¿quieres una? —me preguntó Aarón

Asentí

Él y Gerardo se fueron. Así que Laura y yo nos quedamos solas.

—Con respecto a lo que pasó el otro día en la iglesia, Laura déjame decirte que no diré nada y sé porque te pusiste tensa cuando apareció el sacerdote y es, porque era alguien que nos espiaba.

Ella me miró fijamente

—Maldita sea, ¿Cómo lo supiste?

—Eso no importa.

—Lo que importa aquí es que él no sepa que tú sabes acerca de la chica del lago.

— ¿Por qué?

—Es un hombre peligroso—soltó una respiración sostenida—Mantente al margen lo más que puedas. Tú todavía tienes opciones.

En realidad no las tenía, nunca las tuve.

Los chicos se acercaron

— ¿Sobre qué platican? —preguntó Gerardo

—Sobre lo emocionadas que estamos por regresar a la escuela—mentí

—Nerds

—Y con mucho orgullo—respondió Laura, seguido de una risa.

Estuvimos platicando un largo rato, hasta que sentí la necesidad de ir al baño. Me dijeron que había unos baños en el jardín, pero estaban llenos, había fila y no aguantaría. Así que me aventuré y entré a la casa, aunque estuviera prohibido para los visitantes. Sabía que había un baño en la planta baja, por las escaleras, cerca de la entrada, así que entré a ese. Al salir caminé lentamente hasta la entrada. Me detuve para admirar algo que llamó mi atención.

Miraba un cuadro de tres mujeres. Cada una con porte y una figura autoritaria, propio de una mujer de la alta sociedad de finales del siglo XIX. Lo supe por la ropa que vestían. Ellas eran Las Parcas. Eso era lo que estaba escrito al pie del marco, en una pequeña lámina de color plateado.

— ¿Qué es lo que haces aquí? —preguntó Enzo, observándome detenidamente.

—Lo siento—me excusé—me perdí, buscaba el baño y me detuve a ver el cuadro, es bastante imponente.

—Lo sé. De niño me asustaban. Ahora, las entiendo—arqueó una ceja

— ¿Quiénes son?

—Mis ancestros—admiró el cuadro por unos segundos— Ellas fueron las que iniciaron todo. Son las Carranza originales—su vista pasó a mí.

—Será mejor que regrese a la fiesta, Aarón debe de estar preguntando por mí.

Él, no muy convencido, asintió. Di unos cuantos pasos.

— ¿Olivia? —me detuve—quisiera saber si te gustaría bailar alguna canción conmigo.

Sonreí

— ¿Por qué no? Estamos comenzando a ser amigos—reí.

Me tomó de la mano y me llevó a la pista de baile así. Antes nos detuvimos con el dj. Le pidió una canción, la cual no supe, hasta que se reprodujo.

—Es mi canción favorita—comentó—la mandé producir, exclusivamente para mí

—Sí, claro—expresé incrédula.

Comenzó a sonar Don't you worry child

—Si quieres te puedo dar un recorrido por el rancho, cuando tú quieras, pero no hoy. Porque ya es de noche y hay una fiesta.

— ¿Por qué te ofreces a darme un recorrido? Según sé, no es abierto para el público, nada más cuando hacen esta fiesta.

—Lo es, cuando alguien te invita y yo te estoy invitando

—Siendo así, aquí me tendrás pronto.

Enzo cantó el coro de la canción

— ¿Por qué te gusta tanto esa canción?

—Esa canción describe, prácticamente, muchas de mis anécdotas más memorables, es como si la hubiesen escrito sobre mí.

—Sí, claro.

Reí

—De verdad—tomó mi mano—siente el ritmo y escucha con atención la letra.

Comenzamos a bailar y a brincar al ritmo de la canción. Vi a mi alrededor todos hacían lo mismo, fue en cámara lenta, no supe si fue la cerveza, combinada con el baile y las luces, pero en ese momento me pareció todo diferente. Fue normal, como se suponía que la vida, de una joven de dieciocho años, debía ser.

Me di cuenta de lo que estaba haciendo y paré de bailar. Busqué a Aarón entre la multitud, pero no lo encontré.

—Lo siento, pero me tengo que ir.

Enzo me detuvo

—No te vayas.

—Lo siento, es tarde—me solté y me fui caminando a la salida.

Enzo cayó y por un momento, casi, lo hacía yo.

Perverso SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora