Capítulo treinta y ocho

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"Las mentiras que decimos a otras personas no son nada comparadas con las mentiras que nos decimos a nosotros mismos".

Derek Landy


Me encontraba en mi recámara. Sacando la ropa de la maleta, guardándola en el armario y en los cajones de la cómoda.

Tocaron a mi puerta, la abrí y era Enzo.

Entró sin ser invitado

—Pasa—dije tono sarcástico

— ¿Por qué me engañaste, Olivia?

—Mi nombre es Sofía—lo corregí, aunque en realidad ese no era mi nombre— y tendrás que llamarme de esa manera, de ahora en adelante.

— ¿Por qué lo hiciste? —me gritó enojado

—Tenía que acercarme a la familia y te usé para hacerlo

— ¿Por qué yo?

— ¿De verdad me estás preguntando eso?

Asintió

Exhalé exasperada

—Porque eres el miembro más débil de la familia

Le dio un golpe a la pared

—Maldita sea, Max tenía razón, pero no creí que fueras tan desgraciada como para admitirlo.

—Lo siento, Enzo—traté de acercarme y tocarlo en el hombro, pero él se quitó

—No lo digas, porque sé que no lo sientes

Y era verdad, no lo sentía, no estaba arrepentida de lo que hice para llegar a ese punto.

— ¿Todo lo que vivimos no te importó?

—Tienes que aceptarlo, no tenemos química. No siento nada por ti y tienes que olvidar tus sentimientos románticos hacia mí. Somos primos, eso está mal.

Bufó

—Como si no supieras que tus padres eran primos y eso no les impidió concebirte.

—Sí y los dos están muertos por deshonrar el apellido Carranza.

Me miró como si quisiera decirme algo, pero no lo hizo

—Vete de mi habitación Enzo, necesito terminar de guardar mi ropa.

Sin decir palabra alguna salió de mi habitación azotando la puerta detrás de él.

Terminé de guardar la ropa y me recosté en mi cama, mirando hacia el techo. Tomé una almohada y la abracé, de algún modo estar en esa estúpida casa y abrazar esa almohada me hizo sentir cerca de Catalina.

Estaba quedándome dormida, cuando escuché que mi celular, el cual estaba en la mesa de noche, comenzó a vibrar, era una llamada entrante de Nadia Narváez.

—Por favor dime que estás bien.

—Lo estoy.

— ¿Estás en Las Parcas?

—Sí, ya saben que soy Sofía

Ella sabía que si decía esa frase, estaba siguiendo el plan al pie de la letra. En poco tiempo, todo terminaría. ¿Por qué no hablaba con completa libertad? Simple, posiblemente tuvieran micrófonos en la habitación y no iba a arriesgarme.

—Sabía que algún día este momento llegaría. Tendrías que regresar con tu verdadera familia. Quiero que te cuides mucho. Tengo que colgar, te marco luego.

Perverso SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora