Capítulo treinta y siete

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"Una mentira nunca vive hasta hacerse vieja".

Sófocles

Todo el camino a mi casa fue silencioso. Él entró conmigo y subió hasta mi recámara. Se quedó en el umbral de la puerta, recargado, observándome detenidamente.

—No es necesario que hagas esto—le dije mientras sacaba mi maleta del armario.

Bufó

—Me tengo que asegurar que no hagas nada estúpido

Lo miré fijamente

—No haré nada, sólo necesito guardar mis cosas.

— ¿Qué vas a guardar que no quieres que vea?

— ¿De verdad quieres verme guardar mi ropa interior?

—Como si no hubiera visto antes calzones y sostenes—soltó una risa burlesca—apúrate, que no tengo todo el día.

— ¿Qué tienes que hacer? ¿Estar detrás de tu padre todo el día?

Se acercó a mí. Era más alto que yo, su presencia denotaba autoridad, pero yo había sido criada para no dejarme doblegar por nadie y menos por un Carranza.

—Tengo un empleo. ¿Quién crees que se hace cargo de los negocios? —arqueó una ceja—Pero supongo que eso ya lo sabías—me miró directo a los ojos.

—Tal vez—me aparté de él y comencé a sacar mi ropa. La doblé y la metí en mi maleta, sin importar que viera mi ropa interior.

— ¿Por qué usaste a Enzo?

—Tenía que llegar a ustedes y usé al miembro más débil

— ¿Tienes idea de lo que sufrirá con eso?

Asentí

—Pero no tuve alternativa. Era la manera más fácil de adentrarme en la familia

— ¿Para qué gastar tu tiempo en armar todo esto si tarde o temprano te encontraría? Sí, te hemos buscado por años.

— De verdad crees que me encontraste, ¿no es cierto? Si me buscaste por años y hallaste información de la noche a la mañana, ¿no crees que fue por algo? —me miró pensativo —Sí, yo filtré esa información porque quería que supieras quien era yo y lo sabes—Sentí su mirada fría sobre mí—Eso es lo que te carcome por dentro y lo que te hace estar tan furioso conmigo. No eres tan listo como crees, Maximiliano.

—Estarás en mi casa, en mi territorio. Así que vete con mucho cuidado, Olivia.

— ¿Me estas amenazando, primo?

—Te estoy advirtiendo, porque después de todo, los accidentes siempre pasan y más en las casas grandes, como la mía.

—No te tengo miedo

—Deberías, porque supongo que conoces la historia de la familia y siempre tiende a repetirse.

Cerré la maleta, tomé mi mochila e introduje mi laptop y mi bolsa con maquillaje. La colgué al hombro, él tomó mi maleta y bajamos.

—Necesito dejarle a mi madre una nota.

—Ella no es tu madre

—Lo es para mí.

—Está bien—accedió—pero necesito leer lo que le pondrás.

Tomé una hoja, post-it, que había en la barra de la cocina, junto a la cafetera.

"No estoy en casa, llámame"

Maximiliano, estaba detrás de mí viendo lo que había escrito.

— ¿Es todo lo que pondrás? —arqueó una ceja

Perverso SecretoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora