Capítulo de apertura

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Relatos eróticos |Ciencia ficción

La oscuridad se cernía sobre el cielo estrellado de Punk city, en donde predominan las luces neón y la danza de los hologramas, logotipos y modernos rascacielos

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La oscuridad se cernía sobre el cielo estrellado de Punk city, en donde predominan las luces neón y la danza de los hologramas, logotipos y modernos rascacielos. Los desfiladeros se extendían como una mano, por detrás su su apartamento. El telón del anochecer se divisaba desde allí.

Hombros anchos, piel de canela bruñida por el baño de espumas reciente, ojos escarlatas al rojo vivo, una apariencia fría e insensible en las que: labios rosa pálidos se fruncían sobre el rostro irascible. De cejas tupidas que pronunciaban el perpetuo ceño fruncido, ojos de animal impasibles, aunque algo domesticado, un cuerpo cincelado de complexión delgada y atlética, un rostro admirable entre las paredes de aquel apartamento modesto.

—Eres demasiado atractivo ¿sabias? —ella se adelantó como una silueta desnuda. Le acarició el rostro y lo acercó, piel con piel.

—Eres hermosa —dijo él con voz átona, neutra.

Ella sonrió incrédula al tiempo que lo tocaba, rozó su pecho con la puntas de los dedos, tocó su boca hasta la comisura, acarició su pene endurecido por el tacto. Lo besó y se le quedó mirando.

—Soy fea —dijo, había algo de verdad en su afirmación, podía notarse a mil leguas la diferencia entre ambos. Él, alto, de piel morena y aparecía plausible. Ella, una chica flacucha de ojos violáceos, pelo corto, de piel lívida y rostro modestamente agraciado.

Tres años habían transcurrido desde el día que se conocieron en aquel café, desde entonces, un colchón tendido sobre el suelo les había servido de cama hasta que pudieron comprar una, los ojos rojos del hombre solía asustar a los niños del edificio por lo que había que usar lentes oscuros en los paseíllos de la estancia.

—Aun me pregunto ¿por qué a mí? Hay un millar de mujer atractivas en el mundo —quiso saber ella—, pero, me elegiste a mí.

—Es como una alarma que todo llevamos dentro —dijo—, que nos índica cuando el alma reconoce su fragmento -se encogió de hombros-, sólo lo sentí.

Ella apretó el pene con más fuerza y se inclinó para meterlo en su boca. Lo probó, sobre la coronilla, rozó con la lengua el cuello y las bolas.

Levantó la mirada para luego precipitar el miembro entero en su boca, hizo ademán de incluir los huevos pero la pene le llenaba la garganta. Lo retiró, tomó aire y lo volvió a adentrar, se aferró a él entrelazando su brazos entorno a la cadera del hombre, quién la observaba con excitación, un gemido se oyó y luego otro.

Con anterioridad, venían de un baño de espuma por lo que ambos estaban ya sin ropas.

Él le agarró el cabello, lo sostuvo en el puño e inició un movimientos con las caderas, enérgicas embestidas contra la boca de la chica.

Cuando sintió la electricidad de un inminente orgasmo, acercó la cabeza de la mujer, y la apretó contra su sexo con la intensión de correrse en su boca.

Se apartó tembloroso. Ella le enseñó la lengua bañada de semen, y luego lo tragó. Pronto amaneció.

El cielo se tornó como un código de computadora y bajo este, la gente transcurría con el amanacer, las tabernas cerradas, los hologramas inertes. De día, Punk City parecía muerta como el envenenado cielo de plata.

 De día, Punk City parecía muerta como el envenenado cielo de plata

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Muñecas De Neón (+18)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora