CAPÍTULO 5

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Terry fue por ella en la noche y cuando la vio quedo sorprendido, al verla enfundada en tan hermoso vestido, que resaltaba su esbelta figura y su blanca piel, pero sin duda el vestido no le hacía honor a su hermoso rostro que estaba cubierto apenas con un suave maquillaje que resaltaban su belleza natural. Su cabello recogido con delicadas horquillas no necesitaba más ornamentos.

—Hoy te vez más hermosa que nunca —le dijo mientras besaba su mano y la miraba detenidamente.

El vestía un impecable frac gris oscuro y una camisa blanca reluciente, una corbata de un gris más claro que su traje, se veía impresionante. Candy estaba deslumbrada al verlo tan varonil y elegante.

—Tú también te vez muy guapo hoy —le dijo con el rostro sonrojado; como única respuesta él le sonrió de lado.

—Pasaré a saludar a la señorita Pony y a la hermana Lane —dijo a sabiendas que ellas no se encontraban.

—No se encuentran, Tom vino a invitarnos a una cena que organizó por el cumpleaños de su padre, pero como Albert ya nos había hecho una invitación, me disculpe con él.

—Que lastima, me hubiera gustado saludarlas.

Le abrió la puerta del auto galantemente, al llegar a la mansión Candy no imaginaba que todos ya esperaban por ella en el salón principal. Entró y el mayordomo les indico que pasaran al salón, al entrar, Candy se sorprendió al ver la cantidad de personas, pero sin duda lo que más le llamo la atención fue ver a la señorita Pony, a la hermana Lane, a Tom y hasta a Patty. Así como numerosas personas que formaban parte del clan, algunos conocidos y otros no.

—¿Qué sucede? —le pregunto a Terry en apenas un susurro, al ver que todos se ponían en pie cuando ellos entraron.

Inmediatamente Terry tomó sus manos y se postro enfrente de ella, de su saco extrajo una pequeña cajita que contenía un hermoso anillo; un anillo que lo había acompañado durante esos largos años, que esperaron por su única dueña.

—Candy, ¿te casarías conmigo?, te juro que te haré la mujer más feliz del mundo, viviré por ti, solo para ti, cada día, por el resto de mi vida, te recompensaré cada día que perdimos, ¿aceptas pecosa?

Candy no lo podía creer, estaba muy emocionada, aunque ella ya lo había aceptado en el hogar de pony, ahora lo hacía enfrente de toda esa gente, se lleno de emoción, su corazón palpitaba y temía que su voz se quebrara, el nudo en la garganta ya no la dejaba responder. Después de que algunas lágrimas recorrieran sus mejillas y el nudo en su garganta por fin se liberara ella pudo responder.

—Sí, sí. Terry, acepto casarme contigo, esto me parece un sueño —el rostro de Candy irradiaba felicidad, sentía que su corazón palpitaba más rápido de lo normal.

Todos aplaudieron y uno por uno se acercaron a felicitarlos.

—Candy, Terry, muchas felicidades, deseo que sean muy felices, se lo merecen —expresaba con sinceridad Albert, abrazando primero a Candy y después a Terry.

Los padres de Eliza y Neil estaban presentes, más no sus hijos. Neil se había quedado a cargo de los hoteles en su ausencia y Eliza prefirió no acompañarlos, con el pretexto que se sentía mal. Tres semanas pasaron rápido, Candy no podía estar más feliz, ese día Eleonor llegó para ayudarla en su arreglo personal, al igual que Annie y Patty, se veía como una verdadera princesa de cuentos de hadas.

En la iglesia todos esperaban por la novia, los niños más pequeños del hogar fueron los pajecitos que iban esparciendo pétalos por el camino que Candy recorrería. Albert la entregó a Terry y el padre inicio la ceremonia, con júbilo recitaron sus votos hasta llegar al ansiado "sí, acepto" para después escuchar: los declaro marido y mujer y por fin llegar al tan esperado "puede besar a la novia".

Aunque quería darle un beso que la dejara sin aliento, se limitó a solo rosar sus labios. La recepción fue impresionante, pero lo que le resultaba aun increíble era que esa noche por fin, sus sueños se harían realidad. Al despedirse de el último invitado, se retiraron a una de las habitaciones que había sido preparada para ellos.

Entraron demasiado nerviosos, al cerrar esa puerta se liberaban de aquellas pesadas cadenas de las que fueron prisioneros todos esos años, le decían adiós al sufrimiento para darle paso al amor.

<<Me acerque y rodee su cintura, poco a poco fui besando cada espacio de su rostro y sus labios, para después bajar por su suave y delicado cuello, con manos temblorosas la fui despojando poco a poco del vestido, hasta que esté cayo, mis manos acariciaron su cuerpo y pude notar como se estremecía. Ella respondía con caricias tímidas y suaves, sentía que un delicioso escalofrió recorría mi cuerpo con cada caricia que ella me daba, con las más bellas palabras de amor que salían de mi corazón, suaves caricias y dulces besos que había reservado solo para ella, la hice mía. Esa maravillosa noche donde nos convertimos en uno solo, fundidos en ese mar de emociones y pasión que descubríamos con cada toque que nos dábamos.

No solo era una entregaba de forma carnal, era más que eso, era una entrega casi celestial para mí, la amaba más que a nada y esa noche le estaba entregando mi alma y mi vida entera. Verla así debajo de mi cuerpo, con su largo cabello esparcido en las almohadas, era mejor que los mil y un sueños que alguna vez tuve.

Sellamos nuestra danza de amor con un te amo mi amor, para después quedarnos dormidos abrazados como había anhelado tantas veces. Sabiendo que una nueva historia se escribía a partir de esa noche y que nadie en este mundo entendería la fuerza que nos unió la primera noche que nos conocimos.

LA RESPUESTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora