EPÍLOGO

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Habían pasado dos meses después de nuestra boda, un día Terry llego con una noticia que cambiaría nuestras vidas, me encontraba leyendo un libro de medicina en nuestra recamara, me preparaba para empezar a buscar trabajo en algún hospital.

—Candy, me ofrecieron trabajo en el teatro Royal Shakespeare, en Londres. Sería un sueño hecho realidad para cualquier actor pisar ese escenario, pero claro, sólo si tú quieres, entenderé si no quieras dejar el país, ni a tus amigos y a tus madres, sabes que yo jamás te obligaría hacer algo que no quieras; mi prioridad siempre será tu felicidad.

—Terry, es una magnífica oportunidad y sé que uno de esos actores que sueña con estar en ese escenario eres tú —me puse en pie y rodee su cuello con mis brazos— y no pienso cortar tus alas, mi amigos y madres son importantes para mí, pero mi amor eres tú y yo siempre estaré en donde tú estés.

—Pecosa, no es una decisión que se deba tomar a la ligera, tenemos tiempo para pensar bien las cosas.

—No hay nada que pensar, además ¿cuánto tiempo tienes para dar una respuesta?

—Dos semanas. Tenemos dos semanas para definir nuestro futuro, por eso te pido que pienses bien las cosas, yo haré lo mismo.

—Terry debes estar loco si dejas pasar esta oportunidad —tomé sus manos y lo miré a los ojos con una gran sonrisa.

—¿Estás segura? no quiero alejarte de tus seres queridos

—Y yo no quiero alejarme de ti, él ser al que amo con todo mi corazón.

Entre besos y caricias nos demostramos todo lo que no podíamos decirnos con palabras. Un mes después nos establecimos en Stanford on Avon, Inglaterra.

Una mañana recibí correspondencia de la hermana Lane, me informaba del delicado estado de salud de la señorita Pony. Fue la primera vez que desee correr hasta llegar al hogar o tener alas para volar en este momento y cuidar a mi madre, pero yo sabía que no era posible, porque desde que Terry y yo nos casamos no nos hemos separado, nos afectó mucho nuestra separación después del accidente de Susana y por eso Terry me ha hecho prometerle que no me separe de él jamás, teme que no regrese, aunque le he dicho que eso nunca pasará, que solo la muerte nos podrá separar, tampoco me ha pasado por la cabeza viajar sola.

Recuerdo la vez que le conté cómo lo había seguido desde Inglaterra a América, al principio él se rio de mis aventuras, le conté a detalle lo que pase en mi travesía desde irme como un polizón, hasta el viaje en carreta en el cual me dormí y me desvié del camino. Terry dejo de reír y entonces en sus ojos apareció el miedo y la desolación, me abrazó fuerte y me besó; sentí sus lágrimas caer en mi cuello y fue hasta ese momento que comprendí lo expuesta que estuve y en mi desesperación por estar con Terry no me di cuenta del peligro que corrí, pero si eso tuvo que pasar para estar con él, lo haría una y otra vez.

Aunque Terry no temiera que viaje sin él, no puedo hacerlo por mi avanzado embarazo, no me puedo arriesgar, jamás pondría en peligro a nuestro hijo. Sin embargo, mi corazón se estruja al no poder estar con la señorita Pony, en estos momentos que ella me necesita. Tomo pluma y papel, es lo único que puedo hacer por ahora, con el corazón en la mano le escribo palabras reconfortantes que en el fondo no siento, porque mi corazón es un mar de tristeza.

Pasaron las semanas y recibo otra carta de la hermana Lane, no sé si para tranquilizarme me asegura que la señorita Pony está mejor, mi angustia crece, pero para escribir entro a la biblioteca, cierro los ojos y me sumerjo en mis recuerdos. Cuánto tuvimos que sufrir para poder alcanzar la felicidad que ahora vivimos, cuantas lágrimas derramamos, observo los recortes de los periódicos que guardo y se han convertido en mi tesoro, porque fueron los únicos que me dieron consuelo cuando él no estaba a mi lado; cartas, fotos y objetos de mis amistades se encuentra resguardadas como lo más preciado de mi vida, pero solo los de él, de mi mocoso malcriado están colocados como los más valiosos.

Estoy nostálgica, aprieto a mi pecho las cartas y recortes de Terry, agradezco al cielo por permitirme estar con él, y me hizo entender que tenía que sufrir para poder alcanzar la gloria. Gracias a esa separación ahora sabemos que nuestro amor es real, que se volvió más sólido con los años que no estuvimos juntos, ese tiempo sirvió para fortalecerlo y ahora es indestructible, no sé qué hubiera pasado si las cosas hubieran sido de diferentes. Acaricio mi vientre, mi bebé es muy inquieto, seguro será de carácter fuerte como su padre y ojalá sea tan travieso como lo fui yo de niña.

Las rosas del jardín me remontan a esos días con Anthony, al cual jamás podré olvidar a pesar del amor tan inmenso que siento por Terry, Anthony siempre ocupará un lugar especial en mi corazón, aun sueño con él.

Estoy tan inmersa en mis pensamientos que ni siquiera escuché cuando Terry llegó, fue hasta que lo escuché hablar que me di cuenta de cuán rápido han avanzado las horas. Mi corazón se acelera cuando escucho su voz y lo veo parado en el umbral de la puerta.

—Candy ¿qué haces en la obscuridad?

Me pongo de pie y él avanza para envolverme en un abrazó.

—¡Bienvenido! –le saludo y sonrió sin demostrar mi nostalgia.

Me abraza y después de depositar un beso en mis labios, acaricia mi vientre, se inclina para también besarlo. Dos meses más tarde nació el pequeño Terrence, tan bello como su padre, tiene el color de sus ojos y de su cabello, le herede mis rizos y Terry a menudo me embroma diciendo que si le heredo mis pecas, por cada una tendremos un hijo.

—Serás un excelente padre —le digo sonriendo.

—¿Lo Crees? Trataré de ser mejor cada día para mi hijo y para ti pecosa.

Terry y el duque limaron asperezas y aunque le dejo abierta la opción a su hijo de tomar su lugar en el ducado cuando así lo decidiera, Terry dijo firmemente que no, pero el duque le dijo que no tomara una decisión apresurada, sé que él no lo hará, el amor a la actuación es algo a lo que difícilmente renuncie. Eleonor se mantiene comunicada con nosotros a través de la correspondencia y estuvo presente en el nacimiento de su nieto.

Seis meses después de nacer el pequeño Terry.

—Hoy recibí una noticia que sé que te va a gustar, habrá una gira el próximo mes y será en América. Y antes de que me preguntes por supuesto quiero que ustedes me acompañen, al terminar tendré dos meses de vacaciones. ¿Qué dices? ¿quieres visitar el hogar de Pony y presentar a Terry Jr. con todos en Chicago?

—Nada me haría más feliz que ver a todos nuestros amigos, los he extrañado mucho —me emocionó y enredo mis brazos en su cuello, le regalo esa sonrisa que sabe es solo para él.

—Te amo, pecosa.

—Yo también te amo, mocoso engreído.

Disfrutamos llamándonos por nuestros sobrenombres de adolescencia. Terminamos esa noche consumando una vez más nuestro amor.

Un mes después nos encontrábamos en la cubierta de ese mismo barco el transatlántico Mauritana, que vio nacer el inicio de un amor que sería inquebrantable. Al llegar al hogar de Pony la alegría embargo a la señorita Pony y la hermana Lane que creyeron jamás volverían a verme, Terry les dijo que me había convertido en una gran esposa y excelente madre.

Antes de terminar el día, subimos a la colina e hicimos un picni bajo el gran padre árbol; sonrió al ver cuánto ha cambiado todo para bien y no puedo evitar recordar el día que llegó a mis manos esa carta que Terry me envió, cuya respuesta dio paso a nuestra felicidad.

Fin 


Nota de la autora: Este último capítulo esta basado en el libro de Candy, Candy la historia definitiva. Tomé algunos fragmentos de lo que tanto ha causado confusión respecto a quién es Anohito, para mí es Terry. Así que solo le puse rostro y nombre a esos espacios vacios, que nos dejó Keiko Nagita. 

Espero les haya gustado el epílogo, dedicado a esas lindas lectoras que me lo pidieron, gracias por seguir leyendo.

Les dejo el link de la narración de Odet, chica de Terry.

LA RESPUESTADonde viven las historias. Descúbrelo ahora