II

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Katsuki está consciente de su naturaleza egoísta, pero si quiere ser el #1, tarde o temprano tendría que aprender a proteger y ayudar a quienes lo necesitan.

¿Qué haría?

–...Puta madre.–

. . .

–...N-No es justo, es mucho el cambio que me debe, ¡Dijo que volviera hoy porque la vez pasada no tenía efectivo para devolverme mi-

–¿Tienes alguna prueba, niña? Nunca te di ninguna factura, para mí sólo estás pidiendo dinero como una mendiga.– espetó la cajera con burla y descaro. Ochaco sintió su sangre hervir de la impotencia. ¡Le estaba robando su cambio!

–¡P-Pero usted...!– replicó la menor.

–¿Yo qué? – desafió la mujer.

–...olvídelo, no seguiré con esto. ¡Usted es una ladrona! – reprochó la menor, y sin más, salió del lugar, sin escuchar lo que esa mujer tan indeseable tenía para decirle.

Tensó sus puños y estiró sus brazos hacia abajo por frustración.

Continuó su camino a casa, no le quedaba de otra.

...

–...Vaya día...–

Se suponía que un fin de semana debía ser divertido pero ella lo estaba pasando amargada y sola.

Quizás debió quedarse en la UA. En este momento todos deben estar cómodos en sus camas, eligiendo alguna película. Mientras tanto, ella camina sola a la estación de metro y sin ningún centavo. Menos mal tenía su tarjeta de estudiante, porque si no, no tendría como llegar a casa.

Además, estaba caminando solita a la estación y eso la ponía un poco triste.

¿A caso su día podía empeorar?

"Vamos, Ochaco, tu día no fue tan malo, piensa en lo afortunada que eres ahora, ¡mamá y papá te esperan en casa con una deliciosa cena!" se dijo a sí misma para darse ánimo.

Las cosas no eran tan malas... ¿No es así?

Ochaco detuvo su paso al notar la presencia de al menos una persona tras de sí.

–¡H-Hola...!– escuchó de pronto de un desconocido con voz temblorosa.

La castaña se sobresaltó en su lugar, estaba bastante distraída, además de que este chico era un completo desconocido.

–A-Ah... ¿Hola? – esbozó un poco confundida y continuó con su paso nuevamente. No se sentía en confianza.

–E-Espera...– dijo el chico, quien no dejaba de sudar. –Perdona, no quería asustarte... Yo sólo te iba a pedir la hora– inventó repentinamente el joven farsante.

–¡O-Oh, ya veo! Perdona, son las... –la muchacha palideció –¡F-Faltan quince para las seis...! ¡No puede ser, perdí el metro! – exclamó alterada. Al parecer había pasado más tiempo del apropiado discutiendo con la mujer mala de la tienda. Ahora le tocaba esperar en la estación unos cincuenta minutos para el siguiente tren...

–¿...Ah sí? –

–Bah... Ahora tengo que esperar mucho más...– asumió derrotada. Sí, este había sido el peor día que podía recordar. –Lo siento, debo irme. –

–E-Espera... Si vas a estar sola, puedo acompañarte– dijo el muchacho, intentando que ella se quedara quieta. El otro chico había estado intentando acercarse y abrir su mochila pero ella no le daba el momento.

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