Capítulo 1.

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Es temprano en la mañana y los rayos de sol inciden por la ventana, cubriendo de pequeñas partículas de polvo(que parecen hadas) toda la cama y parte del escritorio. Se siente muy mágico y es una sensación indescriptible, después de varios meses por fin logro estar en paz, la calma es pescadora. Llevamos viviendo Riadh y yo, casi cuatro meses desde el último incidente que ocurrió, ha pasado mucho, y hemos logrado estar tranquilas todo este tiempo logrando tener una vida algo "normal".

Mi apartamento no es la gran cosa, tiene lo necesario para vivir de forma tranquila, unas ventanas grandes cubren una de las paredes, dando toda la luz al lugar. La cocina está a unos pasos de la cama, siendo esta pequeña y de una estructura refinada, la arquitectura moderna es realmente hermosa y elegante, y cuando lo compré el antiguo dueño le gustaba mucho el arte y lo moderno, así es que mi apartamento está todo tan estéticamente relacionado.
La cama es grande, ocupa casi que todo el lugar, cerca de una de las ventanas está mi escritorio, decorado de plantas medicinales, procedentes de Riadh, que ama todo ese mundillo de medicina natural e inventos caseros para sanar heridas y enfermedades.
Por mi parte solo tengo un cactus que me mandó mi tía hace un mes de forma discreta.

Al frente se encuentra mi chica, sentada en una silla leyendo un libro, quizá de pociones o tal vez de fantasía, pero eso no me interesa mucho porque la que tiene toda mi atención es ella.

Su cabello largo blanco, cae por sus delicados hombros haciendo un arco entre las curvas de su cuello y mitad de su pecho, dándole un toque de sensualidad, que solo ella logra tener aún sin siquiera estar arreglada.

Tiene la mirada fija en las páginas del libro, sus ojos grises miran con desdén sin percatarse de que la estoy observando, intentando absorber toda clase de detalles. Sus labios están entreabiertos, provocando que se vean irresistibles, y a los dos lados de su rostro, sus tiernas orejitas de elfo, una de ellas adornada con una joya preciosa¹ que su madre le regaló hace unos años atrás, casi cuando era una niña, y desde siempre la ha llevado consigo.

En un movimiento de su cuerpo por adoptar una posición más cómoda, su mirada se posa en la mía, y de sus labios sale una sonrisa que es capaz de llevarme a la luna. Suelta el libro y se levanta, acercando su cuerpo al borde de la cama sin dejar de mirarme un segundo.

—Buenos días gatito—me dice mientras se acuesta a mi lado.

—Buenos días amor, y deja de decirme gatito—le suelto frunciendo el ceño de forma divertida, ocasionando una carcajada de su parte.

—Tienes orejas puntiagudas, nariz tiernita, ojos saltones de color marrón, el cabello castaño y desordenado, eres muy tierna, así como los gatitos. Así que porqué yo quiero te llamaré así.

—Ya, pero no soy un gato, soy un lobo.

—Dije que te diré así y punto.

Así terminamos nuestra pequeña charla, ella ganando, por supuesto, y yo dejando que lo hiciera. La mañana transcurrió de forma muy tranquila, la pasamos en la cama comiendo y viendo películas. Estar a su lado es la misma felicidad, desde el primer momento en que la conocí algo en mi se removió, y supe que de alguna forma estábamos destinadas a estar juntas. Somos de mundos totalmente diferentes que se odian y se aman a la vez, hundidos por venganzas y odio por cosas de un pasado, por posesión y avaricia, y entre tanto caos que hay ahí afuera, Riadh y yo logramos encontrar paz entre nosotras, entre nuestro pequeño mundo.

Las estrellas en Venus (EN PROCESO)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora