Little Fairy

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La hora de despertar se auto anunció con el sol entrando por la ventana, y la madre del pequeño comenzando a buscar su ropa en el ropero.

—Vamos Scorpius, levántate —le ordenó.

—No quero... —el pequeño giró en la cama abrazando nuevamente a su peluche y despeinando aún más su cabello.

—Es día de disfraces —canturreó la mujer, logrando que el niño se sentara de golpe con los ojos a medio abrir.

Se los refregó, con su madre quitando la camiseta del pijama y poniendo en su lugar la correspondiente del día de hoy. Varios minutos después, Scorpius salía de su habitación dando pequeños saltos al estilo Heidi y luciendo su bonito trajecito para el día festivo en su preescolar.

Sus ojos azulados, y su cabello platinado, eran acompañados por una remera blanca y verde, con un dinosaurio y su nombre estampado en la parte trasera. Llevaba una falda con varias capas de tul rosado, una tiara de brillitos, y una varita luminosa con forma de estrella.

Además, su pantalón de gimnasia color azul por debajo y unos zapatitos con abrojo y una pequeña flor blanca para completar el disfraz.

—Hola papi.

Luego de darle un abrazo de buenos días y tomar rápidamente su desayuno se posó frente al espejo. Movió su cadera de lado a lado causando un suave movimiento en la tela rosada, moviendo su varita y gritando la expresión:

—¡Abaalaa cadabalaa!

—¿No querrás decir "Abra Cadabra"? —su madre, a sus espaldas, se rio.

—Eso dije. —Le sonrió totalmente convencido y los tres integrantes de la familia salieron de la casa.

Ya en el auto, el más pequeño balanceaba sus piecitos colgantes del asiento a un ritmo descoordinado y torpe.

—¿Puedo tenel un peshito? —interrumpió la conversación de sus padres al ver un cachorro por la ventana —. Se shamalía RRrrrramón, y jugalíamos mucho mucho —completó esforzándose por pronunciar la letra "R" inicial del nombre.

—La semana pasada querías un pez —contestó su padre estacionando fuera del edificio institucional.

—Los pececitos son lindos, hacen burbujitas —se excusó inocente mientras su madre y él bajaban del vehículo —Los pececitos hacen "glu glu" —besó las mejillas de su padre sonriente y se unió a sus compañeritos que ya hacían fila para entrar.

Había niños desde primer grado de preescolar (4 años), hasta los mayores del primer ciclo de primario (8 años). Todos, y cada uno de ellos, disfrazados de su personaje favorito y con una deliciosa merienda aguardando en sus mochilas.

Vaqueros, piratas, guerreros, astronautas, princesas, bailarinas, rockeros, abejitas, angelitos... incluso había un niño disfrazado de Chucky, y unos mellizos interpretando a Mario y Luigi.

Los ojitos de Scorpius se llenaron de brillo mientras miraba todos los disfraces emocionado, le parecían fascinantes y llenos de magia. Lástima que, a muchos, no les gustaba el suyo.

—¿De qué te disfrazaste? —le preguntó un niño algo más grande.

—De hadita —le sonrió él.

—¿Eres una niña? —Scorpius negó confundido —. Sólo las niñas pueden ser haditas.

—¡NO! —le contestó el pequeño en un grito enfadado y cruzándose de brazos —. Las haditas son bonitas, y yo puedo serlo si quero —le sacó la lengua, gesto que el mayor devolvió junto con una burla.

Las risas de los amigos del niño, llenaron los ojos de Scorpius de lágrimas.

¿Por qué no les gustaba su disfraz?

Un puchero bastante prolongado apareció en su rostro cuando la primera lágrima se desprendió.

—Ay miren, el bebé va a llorar —el mayor simuló un llanto burlesco cerrando sus puños y girándolos por debajo de sus ojos, e imitando su puchero.

—¡Eles malo y Santa no te dará juguetes este año! —le gritó con su voz entrecortada. No entendía por qué era malo con él, si se había portado bien y no había molestado a nadie.

Una tercera voz interrumpió al notar que las maestras estaban muy metidas en la suya, dejando que los niños fueran y vinieran de forma irresponsable por el salón. O en este caso, discutieran.

—Nathan ¿cuál es el problema? —cuestionó sereno, luego de tocarle el hombro y ponerse del lado del rubio.

—Tiene un disfraz de niña —acotó muy seguro.

—¿Y? —James seguía sin ver el problema, él se ponía faldas y tiaras jugando con su hermanita todo el tiempo.

—Mami dice que un niño no puede usar ropa de niña —su tonó cambió a uno confundido. Su mami siempre decía la verdad.

—Pues, tu mami, es una tonta. Que sea niño no quiere decir que no pueda ser una hadita —explicó James cruzándose de brazos.

—No hablamos de trencitas ¿o sí? —murmuró una niña del montón que los rodeaba, recordando la icónica escena de "Matilda".

—Se ve ridículo.

—Para mí es adorable.

Scorpius, que hasta el momento lloraba en silencio y mirando al suelo, alzó la mirada hacia el niño castaño mayor al escucharlo, quedando con la vista fija en él al ver su disfraz de Spiderman.

Sus mejillas se encontraban sonrojadas de llorar y algo húmedas, al mismo tiempo, la tiara se había ladeado hacia un costado y el puchero seguía intacto. La imagen enterneció aún más al mayor.

—¿Enselio eles Spidelman? ¿Y clees que soy adolable? —curioso, se tranquilizó cuando el niño asintió y le sonrió.

—No soy Spiderman, pero somos buenos amigos —le guiñó un ojo y se agachó a su altura —¿Cómo te llamas pequeñín?

—Ahg —de repente, molestarlo le pareció aburrido a Nathan. No era divertirlo si James estaba ahí para defenderlos y consolarlos. Se retiró del lugar dejando al rubio y al castaño en su mundo.

—Mi nomble es Scorlpius, ¿y el tuyo? —se movía sobre sus talones con la faldita acompañando el vaivén.

—Scorpius, que nombre bonito. Soy James, y me gusta tu disfraz —nuevamente, sonrió.

—¡Y a mí el tuyo! Soy una hadita y puedo hacel magia —dio un pequeño saltito y volvió a exclamar la misma frase que gritó frente al espejo horas antes —¡Abala cadabala! —su varita emitió luces de colores luego de que apretara el botón —. Taalaaaan —expandió sus manitos.

James, muriendo de ternura con su nuevo amigo, soltó una risita.

—¡Wow! ¿Qué hechizo hiciste?

—¿Qué es un hechirizo? —ladeó la cabeza.

—Nada —un gesto de su mano logró restarle importancia — ¿Tienes hambre?

—Musha —así que, con permiso de la maestra ambos sacaron su comida y compartieron.

Aunque en ese momento Scorpius no lo supiera, si tenía magia, pero no procedía de su varita. Venía de sus grandes ojos, su tierna sonrisa, sus mejillas sonrojadas, su sedosa nariz y sus adormilados saludos cada mañana. Venía de su ser, y cada día hechizaban más y más a James.

"Te quiero, pequeña hadita", dijo el mayor alguna vez con una de sus sonrisas tan sinceras. Y allí, fue cuando Scorpius, cayó hechizado bajo la magia que tantos conocemos como "amor".

One shots | Scames |Donde viven las historias. Descúbrelo ahora