Capítulo 3

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—¿Entonces no puedo practicar mis pasos de tap? —preguntó una HaeSun muy desilusionada, zapateando suavemente los pisos de madera del nuevo apartamento al que se habían mudado.

Era mucho más pequeño que la casa en la que vivían antes, pero continuaba siendo relativamente grande ya que era para ellos dos solos. Su hogar anterior había tenido cuatro habitaciones y eran exageradamente gigantes, un despilfarro de dinero de su ex esposa. Este lugar era más acorde a la tranquila y modesta vida que ellos llevaban; había espacio de sobra para los dos, con un par de habitaciones espaciosas, una gran cocina-comedor y una bonita sala de estar unida al recibidor. Pisos de madera y paredes blancas con detalles en azul y naranja. Muy acogedora.

—No, calabacita. Los vecinos de abajo van a quejarse.

—Pero... —Ella hizo un puchero—. Me dijiste que al señor de abajo lo estaban desalojando.

SeHun suspiró y se dejó caer en el sofá cubierto de film. Acababan de subir las escaleras después de haber supervisado que bajaran todas las cajas del camión de mudanzas, y al pasar por el segundo piso vieron la puerta abierta del departamento justo debajo de ellos y no pudieron evitar curiosear —de tal padre, tal hija—. Sin ir mucho más allá de dos metros cerca de la puerta, notaron el enorme aviso de desalojamiento por cinco meses sin pagar la renta. El lugar olía desagradable y el hombre dentro les gruñó al notarlos, levantándose para cerrar la puerta en sus caras.

—Sí, pero eso no significa que algún vecino nuevo no vaya a mudarse.

—Oh. Pero ¿ahora puedo practicar? Ese señor fue muy grosero, papá.

SeHun sonrió maliciosamente.

—Sí, ahora puedes practicar. Creo que tus zapatos de tap están en las cajas con papeles rosa, vamos a ver.

No le haría mal al señor gruñón un poco de música ambiental, ¿no es así?

Dos días después, SeHun había conseguido desempacar casi la mitad de las cajas haciendo uso de su tiempo después del horario laboral, y había pedido un día libre en el trabajo para lograr conseguir algunas cosas para la casa necesitada de decoración. Las cortinas estaban descoloridas, las sábanas debían ser renovadas, y planeaba conseguir algunos adornos para su habitación, así esta podría dejar de lucir tan vacía.

Aún le costaba dormir en una cama matrimonial él solo, después de años y años con la presencia de su ex mujer en ella. Demasiado extraño, a su parecer. Y sí, habían ya pasado más de dos años y se había acostumbrado al espacio vacío a su lado, pero si se detenía a pensar demasiado sobre eso, era inquietante. Treinta años, con una hija, soltero y divorciado-guión-abandonado. La vida daba tantas vueltas y sorpresas que era completamente impredecible.

Paseando por las tiendas de bazar en el pequeño centro comercial, SeHun se preguntó qué color quedaría lindo en su cuarto. Quizás un rojo, o un naranja. O un celeste claro. Todavía no se decidía, pero igual sabía que cualquier cosa que comprara, su pequeña diría que era genial. Una vez compró el mantel más horrendo que encontró solo para ponerla a prueba. O ella no tenía sentido de la moda, o no quería lastimar sus sentimientos. Seguramente la segunda era la opción más certera.

Después de comprar un par de cosas, sus ganas de ir al baño incrementaron y SeHun tuvo que tomar un descanso, también usándolo como excusa para liberarse de la vendedora con un escote muy llamativo que le estaba coqueteando y lo había perseguido por toda la tienda. Caminando entre los cubículos —ya que pensaba colgar las bolsas dentro— uno de ellos se abrió con fuerza como si alguien estuviera intentando destrabarlo, y la puerta impactó directo en su rostro.

There is no place like home ❀ BaekHunDonde viven las historias. Descúbrelo ahora