||Similitudes||

101 29 25
                                    

Ochako se encontraba en el jardín, sentada a la orilla de una fuente, admirando los peces, cuando escucho que la llamaban.

—Oye, ¿estás bien?

—¿Cómo te llamas? -Lo mira aún sollozando.

—Soy Shoto, ¿tú eres Ochako?

—Sí, ¿te mandaron a buscarme? -Frunce el ceño.

—Algo así, realmente vine por mi cuenta, no suelo seguir órdenes si no son importantes.

—Oh... -Se sorprende un poco. —Yo siempre rompo las reglas pero obtengo consecuencias, aunque también, si yo no las he roto, tengo que cumplir con un castigo. -Cabizbaja.

—¿Puedo sentarme? -Señala la fuente.

—Claro. -Observa como el chico se sienta a su lado.

—Yo no sería capaz de hacerte amarme si no estás dispuesta a hacerlo, créeme que lo entiendo. Somos niños y no deberíamos pensar en eso, sino en jugar o reír, pero no somos niños normales y con eso debemos cargar. Si huimos o no seguimos lo que está escrito para nosotros, nos matarán, ¿eso es peor o mejor? -La mira.

—No sabía que te sentías así. Y hablas de amor, cuando comprender algo de esa magnitud es muy complicado.

—Mi madre murió cuando nací y mi hermano mayor huyó de casa por mi culpa, ahora está muerto, tengo otros dos hermanos mayores, pero para mi padre son débiles, él me escogió a mí como heredero para así, conseguirle más poder. Creo que fue por eso que quiso comprarte, para expandir el dominio de nuestro reino. -Baja la cabeza.

—No sabía que habías pasado por eso, lo siento. Eres una gran persona por decirme todo esto a pesar de todo, gracias. -Le sonríe.

—No es nada. -Se sonroja un poco. —Los demás también han estado buscándote.

—¿Los demás? Te refieres a los príncipes, ¿no?

—Sí, los mayores se quedaron discutiendo. -Se levanta. —Un consejo de príncipe a princesa. -Se levanta y camina un poco, Ochako sólo podía observar sus espaldas. —Nadie puede obligarte a pensar diferente y eso es lo que nos hace únicos, cambia tu forma de ser a tu manera, pero sin romper las reglas. -La mira y sonríe levemente.

—Gracias, Shoto. -Se levanta y camina hacia él. —Vayamos con los demás, quiero conocerlos.

—Vamos.

Katsuki y Eijiro estaban en el segundo piso del castillo.

—Hey, Kats. ¿Crees que sea justo?

—¿De qué hablas? -Caminando.

—Lo que pasará con la princesa y ustedes tres, siento que sería malo que ella se sienta triste. Deberíamos alegrarla.

—¿Cómo piensas hacer eso? Yo también me sentiría impotente en una situación así, realmente espero que no se quede conmigo.

—¿Eh? Eso le daría una gran imagen al reino. ¿Por qué lo dices así?

—Porque no podría obligar a alguien a amarme, ni yo puedo obligarme a amar a alguien. Pero cualquier cosa, tendré que aceptarlo, no puedo desobedecer, aunque no sea justo.

—Uh, Katsuki cuando te hago preguntas así sueles rechazarlas, pero esto es serio también para ti, ¿verdad?

—Obvio, y no me hagas más preguntas. Sigamos buscándola o nos regañaran.

—Bien. -Sonríe.

Mientras Kirishima y Katsuki buscaban arriba, Izuku estaba caminando en alguno de los pasillos, parecía perdido, hasta que escucho a pasos y volteo.

EquivocadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora