Two Faces of the same Sea

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Para una entidad fragmentada como lo era él, ignorante de las complejidades del ser y que hacer una vez después de muerto, el tiempo y lugar no tenían una verdadera forma. Sin reencarnaciones, sin vacíos de espacio negro o blanco, sin cielos ni infiernos; sólo una ciudad vacía siendo acechada por él. Escondrijos de ratas y malhechores; ladrones; asesinos; violadores, acompañados de otra sarta de depravaciones y pecados.

Una ciudad oscura habitada por monstruos de negro corazón, devorándose los unos a los otros. No podía sentir la más mínima sensación de fraternidad o empatía hacia ellos, ni siquiera por aquellos que más se parecieron a él, en su mente todos eran traidores.

Los recuerdos más valiosos de su pasado antes de su muerte, vistos desde el fondo entendía que no significaron nada y que todo había sido en vano. Con el tiempo comenzó a olvidarlos... no a todos, pero sí a la gran mayoría de ellos, sus memorias se ahogaron junto con él.

Entonces fue ahí, aún en el fondo, cuando los escucho hablar:

Nada había cambiado sin él, su muerte había sido solo una muerte más y a nadie pareció importarle. Lo llevaron al momento en que se estaba ahogando y pudo recordar como nadie hizo nada para ayudarlo, nadie le arrojó una cuerda, simplemente lo dejaron morir.

Fue así cómo todo volvió a empezar. No les tomó mucho tiempo negociar, las palabras de los peces fueron convincentes, una lista con un par de nombres, y en un instante casi como en un abrir y cerrar de ojos volvió a estar allí.

A hacer lo mismo de siempre pero diferente, quizás más divertido. Placentero. Encontró que sus nuevos amigos eran criaturas no tan complicadas, mucho más simples que tratar con cualquier humano indeseable, un caos organizado del que rápidamente aprendió a formar parte.

Fue entonces cuando sentía su presencia. Era increíble como entre la multitud de voces y ruidos, tanto externos como aquellos que residían en su conciencia, era su voz la que sobresalía por entre todas las demás. Una calma que no podía ser ignorada, como una brisa fresca que despejaba la mente luego de un día agotador.

Se llamaba Nami, e hizo un esfuerzo enorme por intentar no olvidar su nombre.

¿Quién era?, ¿De dónde venía?, ¿Qué estaba buscando?.

"La Marea".
"Busca la luna".
"Viene de dónde todos venimos".

Nami tenía un aura que correspondía a la suya propia. Las olas llevaban su voz y el mar mismo acataba sus órdenes, incluso él sentía su propio espíritu exaltarse al compás de sus aletas. Los peces reaccionaban igual, los tiburones se arremolinaban a su alrededor como una jauría, los leviatanes... Había un respeto mutuo entre ellos.

Nami tenía algo que él podía sentir, diferente de lo suyo pero similar. Quizás eran sus energías contrarias; buscando complementarse la una a la otra, quizás era su vida inmortal; ese corazón palpitante que jamás dejaría de latir, o quizás era su magia;  hermana de la suya nacidas de la misma agua.

Nami tenía ese algo, que quizás era un todo de ella, que lo hacia volver, que era eficaz. Esa voz de entre la multitud que siempre priorizaba escuchar, porqué sus palabras eran las más adecuadas o porqué era su magia al entrelazarse con la suya la que le daba poder, la que le daba fuerza.

Entendió finalmente que sus almas tenían un acuerdo mutuo, por el cuál Nami siempre contaría con él y él siempre contaría con ella, Porque ellos conformaban dos partes del mismo mar... Y porque, por supuesto, Pececito le importaba más de lo que le gustaba admitir.

Redacciones | League Of Legends | Pyke X NamiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora