Cap I

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Era un día tranquilo después de varias horas estudiando, el cielo se encontraba sumergido en nubes grises. Las ocho y media de la tarde en Londres, y Aiden, volvía a su casa después de estar toda la tarde en la biblioteca de su colegio. Había estado en aquella sala por cuatro horas, con un pequeño descanso de diez minutos a las dos horas, ya no aguantaba más. Pero él sabía que sus padres no le dejarían entrar en casa hasta las nueve y media de la noche, que era la hora que ellos consideraban que su hijo había estudiado lo mínimo. A sí qué decidió ir por otro camino a casa más largo que el de costumbre y aparte, darse el placer de poder observar el hermoso atardecer de aquella ciudad. Antes de salir del colegio, decidió pasarse por la cafetería a coger algo para el camino.

-Hola Millie, me podrías dar un café de caramelo con extra de espuma por favor.-Dijo el chico alzándose de puntillas para poder posar los codos en aquel alto mostrador.
-Hola Aiden, ¿no quieres un café extra fuerte con extracto de vainilla como siempre?, es el que mejor te va para estudiar y lo sabes.-La señora de unos cincuenta años levantó una ceja sorprendida por la negación del chico.
-No, esta vez me iré ya, no aguanto más en la biblioteca. Las fórmulas de química se me juntan y me duelen los dedos de tantos resúmenes que he hecho.-Dijo mostrando sus dedos que estaban visiblemente rojos.
-Se ve que has hecho unos buenos apuntes eh.-Dijo la mujer riéndose un poco.-Pero sabes que tus padres no te habrían la puerta hasta dentro de una hora y media.
-Lo se, pero tomaré otro camino un poco más largo y me sentaré en algún sitio a observar el atardecer, sabes que me relaja y solo lo puedo ver los findes de semana.
-Suena muy bien, te recomiendo ir al parque de al lado de la tintorería, a tres manzanas de aquí, dicen que desde ahí, el atardecer se ve muy bien y hay lugar para sentarse. -Añadió la dependienta entregándole la bebida que su cliente más habitual le había pedido.
-Gracias Millie, seguiré tu recomendación, espero que no haya mucha gente allí. -Dijo por lo bajo con la cabeza ligeramente inclinada hacia el cristal de los sándwiches y pasteles.

El chico se fue con su bebida en la mano después de despedirse de la única persona con la que hablaba en aquel colegio. No tenía amigos, ni tampoco intentaba relacionarse, con la única persona que conseguía hablar en clase, se mudó a otro país por el trabajo de su madre. Por ese motivo, se la pasaba en la biblioteca estudiando. Aunque es verdad que sus padres no le dejaban hacer otra cosa.

Las reglas que tenia impuestas pos su padres eran: al salir del instituto a las dos y cuarto de la tarde, ir a casa, almorzar y coger los libros necesarios para empezar su tarde. A las cuatro menos diez estaba ya en la biblioteca para comenzar a estudiar a las cuatro en punto, descanso de diez minutos a las seis de la tarde y seguir estudiando hasta las nueve y cuarto de la noche, cuando regresaba a casa, cenaba y a las diez y media ya estaba en la cama medio dormido. A la mañana siguiente se despertaba a las seis de la mañana, limpiaba el piso de arriba de la casa, tendía la ropa, desayunaba y tomaba una ducha para vestirse, tomar el bus a las siete y cuarto y llegar al instituto a las ocho menos cuarto para empezar las clases a las ocho en punto.

Los findes de semana eran mucho más relajados, se despertaba a las ocho de la mañana, estudiaba hasta las once y media y desayunaba. Ayudaba a sus padres en la casa y por la tarde salía a la calle solo, pero tenía que estar de vuelta a alas diez de la noche. Para acostarse más tarde; a las once y media. Y los domingos podía salir, por la mañana hacia lo mismo, añadiendo que tenía que asistir a misa, y luego tenía la tarde para hacer lo que él quisiera, pintar, escribir, escuchar música, dar un paseo o seguir estudiando.

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Ya eran las ocho y media de la noche y el cielo estaba sumergido en un brillante pero cálido naranja, y en la zona del horizonte, se podía observar un ligero toque a morado. Aiden, agradecía el haber salido antes de la biblioteca, porque el cielo de esa forma, no era común de ver. De camino al parque, se empezó a tomar la deliciosa bebida que había comprado previamente. Al momento de ir a probarla, dio un salto hacia arriba y arrugo todas las facciones faciales, debido a que el calor del café le pasó a por la garganta rápidamente y le quemó.

Cuando ya estaba cerca del parque, se dio cuenta de que no era como lo imaginaba. Él, se lo imaginaba lleno de árboles, con un camino de tierra gris en el medio, con los bordes marcados por piedras blancas, y a los lados del camino, varios bancos para sentarse de una madera oscura y brillante, a la derecha una pequeña cuesta que terminaba en el lago en el cual, había un puente de madera clara que resonaba cuando pasabas por el.

Pero sin embargo, era muy diferente, todo el parque estaba rodeado por una enorme vaya alta de metal, le recordó a las vallas de las pistas de tenis cuando jugaba de pequeño con su abuelo, pero desde que cumplió ocho años, no volvió a jugar en aquella pista, no podía ir sin él.

Por todo el perímetro de vallas, en muchas zonas, había arbustos con matorrales que tenían alguna que otra flor rosa y azul. Se entraba por una gran parte abierta sin puerta, y justo cuando la pasabas, te encontrabas que todo era asfalto, no había ni una sola zona dónde se pudiese encontrar césped o algún tipo de árbol o planta. Era una plaza de skate. por un momento pensó en irse de aquel extraño pero curioso lugar, pero sintió como si alguien le hablase desde encima de su cabeza. miro hacia arriba pero no había nadie, pero sí que llego a escucharlo que aquella voz que le erizo la piel decía, "no te vayas, recuerda que no puedes volver a casa".

Al final, después de una pequeña lucha interna, decidió quedarse y buscó un lugar para sentarse y poder disfrutar del ambiente. A lo lejos, visualizó un pequeño muro a unos setenta centímetros del suelo, así que, opto por tomar asiento allí ya que era un lugar donde sus cortas piernitas, podían tocar el suelo.

Pasó el tiempo, alrededor de veinte minutos disfrutando de su bebida caliente, de una pequeña brisa que olía verano, y aquel hermoso atardecer. Pero se vio interrumpido por una sensación en su pie derecho, cuando se percató de lo que había golpeado su pie con fuerza, era una tabla de skate.

No era una tabla cualquiera, y mucho menos una simple. Las ruedas eran marrón caramelo, mientras que la tabla era un rosa que emitía mucha tranquilidad. La liga no era negra, como de costumbre, era muy llamativa, cuando se fijó en ella, se dio cuenta de que era un verde hierba. No se dio cuenta de todo el tiempo que pasó mientras se quedaba embobado por la perfección de aquella tabla, que no se percató de que había un chico frente a el. Mirándolo, esperando a que dijera algo, pero el chico que estaba de pie, prefirió no decir nada y observar al chico sentado mirando su skate.

Pasaron alrededor de dos minutos cuando el desconocido decidió aclararse la garganta para hacerle a entender de que estaba allí. Aiden se sobresaltó de golpe y lo miro para disculparse, pero eso no paso ya que esta vez, no se quedó embobado con una tabla de skate. Esta vez fue con sus verdes ojos. tenía distintas tonalidades de verde y un pequeño brillo que hacía que hay de no dejará de prestar atención a su mirada. El chico, al ver la situación, decidió romper el hielo

Un Atardecer Que Terminó En Una Fría NocheDonde viven las historias. Descúbrelo ahora