Eran las cuatro y media de la mañana y se volvió a despertar por tercera vez en la noche. Nunca se había imaginado que conseguir dormir sería tan difícil.
Rendida se levantó de la cama y bajó a la cocina por un vaso de agua. En el camino, cuando pasó frente a la habitación donde Alex estaba recuperándose, vio la puerta abierta y a Johan sentado junto a su amigo, observándolo detenidamente con la mandíbula apretada. La tensión de sus músculos, podían notarse desde allí afuera.
—¿Quieres que te traiga un poco de agua? —le preguntó ella con voz ronca desde la puerta.
Él solo asintió con la cabeza. Y ella sin más se dirigió a la cocina y sin encender la luz, tomó un par de vasos de cristal y vertió el agua dentro de ellos. Volvió su vista hacia la pequeña ventana de la cocina. Sus ojos se encontraron con la oscuridad de la noche iluminada vagamente por las estrellas, ese día la Luna no brillaba.
Desvió su vista a un lado, ahí estaba la puerta que daba al patio trasero por donde fácilmente podía huir, pero no lo haría, no tenía lugar a donde ir. Cheltenham estaba muy lejos, además su presencia allá solo complicaría las cosas. Y estaba segura que, aunque ella no lo notara, la casa estaba rodeada de personas que vigilaban que no pudiera escapar.
Tomó los vasos y fue hacia donde estaba Johan. En silenció le entregó el vaso y lo vio beberlo lentamente.
—No ha despertado —susurró apretando el vaso vacío con tal fuerza que ella creyó se rompería.
—Escuchaste lo que tu padre dijo —le quitó el recipiente de cristal y lo puso sobre la mesita de noche—, perdió mucha sangre, pero se recuperará.
—¿Y si eso no sucede?
—Necesita descansar —afirmó—. Mira como respira tranquilamente, no tiene fiebre, solo descansa. Tu deberías hacer lo mismo.
—No lo dejaré —se opuso—. Ya puedes volver a la cama.
—No pude evitar escuchar lo que tu padre te dijo —era verdad, habían hablado frente a ella, como si no hubiese estado presente—. Si ven que lo que le paso a Alex, mejor dicho, lo que le hicieron, te afecta, no dudarán en buscar la manera de volver a hacerle daño. Debes hacer exactamente lo mismo que harías si él no estuviera en ese estado —dijo repitiendo las palabras de el Señor James—. Incluso debes dormir, si sales, notarán que no lo has hecho.
—Pero...
—Yo lo cuidaré —le propuso— Ya dormí lo suficiente, ahora ve y descansa al menos un poco.
—No podre...
—Inténtalo —replicó—. Te prometo que no me despegaré de él —Era una promesa sincera y le sorprendía que Johan no mostrara desconfianza hacia ella, aunque seguramente había alguien vigilándola.
Johan de mala gana salió de la habitación obedeciendo a lo que ella le había dicho y ella ocupó el lugar en el pequeño sillón en el que el chico había estado sentado. Estaba segura de que Alex se pondría bien. Aunque no lo conocía, tenia la impresión de que no merecía morir.
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Habían pasado ya las horas y ella seguía en la misma posición que antes, observando detenidamente al chico que se encontraba sobre la cama respirando con tranquilidad. Sus ojos cerrados mostraban unas gruesas pestañas negras. Su piel blanca relucía por la luz que entraba por las cortinas que hace unos minutos había abierto. Su cabello negro y espeso permanecía alborotado sobre su cabeza. Parecía ser algunos años más grande que su amigo.
Tenía escasos minutos en los que Johan y su padre habían salido de la casa, al parecer algo importante sucedía ese día. El chico de ojos verdes, al principio se había negado a salir de la casa y alejarse de su amigo, pero después de unas palabras objetivas de su padre, obedeció.
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Bajo la Portada (En edición)
Novela JuvenilLuna era una chica aparentemente introvertida que de pronto se topa con un chico que la amenaza con una pistola para que lo bese, obligándola a entrar a un mundo desconocido para ella, donde se vera envuelta en ciertas situaciones algo comprometedor...