Tú serás mío

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-Escuché que tu gente empezó a hacer negocios en mi territorio. -El traje blanco contra la silla negra afelpada resaltaba su presencia.

-Tus fuentes deben de estar equivocadas. Definitivamente no lo hicieron. Ese es mi territorio ahora como establecimos en el último juego de ajedrez que tuvimos. Yo gané tus tierras. -Respondió sin hacer una mueca; tras cruzarse de brazos las mangas de su saco púrpura se movieron hacia arriba revelando la camisa negra debajo.

-Perdona mi rudeza, pero no recuerdo haber dicho cuánto estaba siendo ofrecido. -Se paró, revelando su camisa blanca y chaleco de tres botones de color azul egeo. -Te has aprovechado de mi amabilidad. -Con un paso hacia delante, los apenas centímetros de diferencia entre sus alturas se sentía como kilómetros en lo que esos ojos de un dorado oscuro le miraban fijamente.

Jiang Cheng era muy orgulloso para dar un paso atrás. -¿Quieres apostar de nuevo? - Le ofreció, sus brazos tensándose bajo el aura fría que emanaba esa sonrisa gentil. Cuando él sonreía así, se sentía retorcido. Como si pudiera ver a través de su alma, tomarla con sólo sus manos, arrancarla de su cuerpo y aplastarla en frente de él.

-¿Apostar de nuevo? ¿Qué quieres apostar?

-¿No deberías ser tú el que elija que es sobre lo que vamos a apostar? Eres tú el que se sintió deshonrado. -Consciente de su posición desventajosa, el lobo escondió su cola entre sus piernas, escondiendo la necesidad de mostrar los dientes.

-Como estás tan dispuesto a hacerlo, pensé que traías algo en mente para mí. ¿Me estás diciendo que no eras consciente de la razón por la que te llamé aquí? - Un largo y frío dedo empujó su barbilla puntiaguda hacia arriba, para que sus ojos se encontraran. -¿Acaso no te enseñaron modales cuando joven? Uno debe de mirar a los ojos de la persona a la que le está hablando.

-Sí me enseñaron. -Bufó. El desprecio se hizo presente en sus ojos. -¿Quieres apostar o no?

-La última vez me comporté muy indulgente contigo. No te pienses que porque acepté a tu hermano a cambio del desacuerdo que tuvimos hace un par de meses que voy a mirar a otro lado cuando te pongas desenfrenado.

El joven en púrpura quería decirle de nuevo algo sarcástico pero sólo pudo tragar sus palabras. Una suave risa resonó desde arriba, ojos color ámbar brillando con excitación infantil.

-Muy bien. Me he decidido. -Dándose la vuelta, caminó cerca de su mesa de pool. Como siempre, sus intercambios se trataban de algo puramente personal, no había ninguna otra presencia en el cuarto. -Apostaremos en pool, ¿cómo suena eso?

-Esta bien por mi. -No lo estaba. Definitivamente, no lo estaba. Jiang Cheng no podía jugar al pool ni para salvar su propia vida. O por lo menos, eso era lo que pensaba, pero ahora tenia la chance de probar lo contrario.

La larga trenza se balanceó de manera casi hipnótica con la vuelta que él hizo. De nuevo con esa sonrisa sobradora, le daban escalofríos. El Lan mayor permitió que su correcta postura se apoyara sobre la mesa a su lado. Sus dedos tamborileaban sobre el palo de billar que acababa de sacar. -Te daré una última oportunidad, ¿qué estas dispuesto a apostar?

Jiang Cheng no sabía qué decir. ¿Qué podía apostar? ¿Su traje de seda? Dado el aviso de último momento, no había traído nada. Territorio no era algo que los Lans necesitasen y sería irrespetuoso devolver algo así. El dinero estaba fuera de la cuestión. Su cuero cabelludo dolía como si se hubiera atado su rodete muy tirante por mucho tiempo.

Soltó la cosa más estúpida que pudo pensar, para, sólo segundo más tarde, arrepentirse de haberlo hecho. -En verdad no lo sé. ¿Qué es lo que quieres? - Por un momento, sintió que había puesto un arma cargada contra su frente.

Estoy dispuesto a poseerte | XichengDonde viven las historias. Descúbrelo ahora