2. ¿Quiénes son ellos?

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Ni siquiera una lágrima había brotado de mis ojos resecos. Estaba hecho pedazos, tanto mi corazón como mi mente.

Tuve que esquivar los cadáveres de mis mejores amigos para salir despavorido a pedir ayuda. Mi sangre manchaba la acera eso dejaría un evidente rastro de mi ADN a la salida así que como pude agarré mi pierna con desesperación y limpié el líquido caliente que chorreaba de mi pie en mi pantalón.

Por un momento consideré arrastrarme hasta la comisaría pero... Pensándolo bien, no sería buena idea.

La situación no me favorecía en lo absoluto ¿Le creerían a un tío que alega haber encontrado a sus compañeros muertos así de la nada y a su novia desaparecida al despertar? Era una escena complicada y por ahora lo que menos quería era enfrentar un interrogatorio en donde lo único que podré hacer es que sospechen de mí y llorar.

Así que opté por algo un tanto arriesgado; ir con Deira, mi vecina.

Ella y Tiaret no se llevan del todo bien. La personalidad explosiva de mi novia no encaja con la tranquilidad que Deira siempre porta pero desde que nos mudamos a este pueblo ha sido la única que nos ha mirado con buenos ojos. Otra razón para acudir a ella.

Agradecí que era domingo y no había nadie por la zona, no sabría cómo explicar ni la mitad de todo lo que pasaba por mi mente.

La imagen de esas cuencas vacías, los resguños por toda la piel, la casa deshecha, el candado en mi puerta. Demasiadas preguntas sin respuesta, pero no saber el paradero de Tiaret me aterraba tanto como me daba esperanzas de que esté bien. Es lo único que deseo ahora mismo.

Finalmente después de unos dolorosos minutos llegué al porche de Deira, mareado por la pérdida de sangre y el peso emocional y ni siquiera tuve que tocar la puerta, esta se abrió sola.

Ví el espanto en sus ojos. Retrocedió un paso y se recostó a la puerta para calmarse. No le dio tiempo siquiera de gritar y por la mirada que me dedicó mientras se sostenía el pecho agitado supe que le había dado el susto de su vida.

—Chase ¿Pe-pero qué...? —dijo analizándome de arriba a abajo.

—¿Puedo pasar? —la interrumpí

Deira no dijo nada, solo se hizo a un lado en una clara invitación a entrar pero cuando apoyé mi pie en la madera sentí como el vidrio se adentraba en lo profundo de mi piel.

Ahogué mi grito. Lo menos que quería ahora es que alguien lo escuchara.

Ella reaccionó rápido. Me tomó por los hombros como pudo para que lograra apoyarme de mi otro pie.

Cuando llegué al sofá y alcé mi herida, sentí que había tocado una nube, que al fin habría un momento de paz.

Y lo hubo. El silencio que se había formado entre nosotros para ella se notaba incómodo pero a mí me dio tiempo para organizar las ideas de todo lo que había pasado en menos de una hora...

Tampoco es que dos minutos ayudasen a ordenar el desastre de mi mente.

Miré a Deira de reojo y me percaté esta vez de sus detalles: Llevaba una camiseta manga corta y unos jeans junto a sus tenis deportivos y su cabello rubio acomodado en una coleta alta. La curiosidad me picó de repente

—¿A dónde ibas tan temprano? —pregunté para, tal vez, aligerar la atmósfera que se había creado.

Pero la noté incluso más nerviosa que antes de formular mi pregunta ¿Qué la asustaba tanto? De repente se había puesto pálida.

Pálida

Las pieles gruesas y resecas de los monstruos, tan pálidas cómo la media luna que brillaba para presenciar mi muerte...

Agité la cabeza y me concentré en ella, que parecía a punto de hablar.

—Ocurrió algo — anunció parándose del butacón en donde estaba. Se perdió tras una puerta y volvió con una pequeña caja en sus manos —Encontraron una pila de cadáveres amontonados en el bosque hace unas horas y aún ninguna víctima ha sido identificada. La Sheriff está muy preocupada, es como si esas personas hubiese salido de la nada. En los últimos días no hubo casos de desaparecidos a nivel regional. Es —hizo una pausa larga que aceleró mi pulso —muy extraño.

Realmente no han surgido de la nada, han brotado de tu mente. Es el fuerte desmembrado de tus pesadillas. Felicidades Chase, mataste a gente que jamás existió.

No, eso es imposible. Me dijeron que... Que no...

Deira arrastró una banqueta del comedor y la colocó frente a mí. Se sentó y abrió la caja que al parecer estaba repleta de vendas y medicina. Con cuidado sacó unas pinzas y me miró directo a los ojos. Me intimidó. Ella sabía leer muy bien mis movimientos.

—¿Ya lo sabías? — me hizo creer que lo decía con indiferencia pero ella había visto algo extraño en mí.

—No pero... Es algo —tragué saliva— Impactante.

—Nunca has sido una persona muy empática —se colocó sus lentes y analizó mi herida por un segundo. Se aclaró la garganta para explicarse —Me refiero a que me sorprende tu reacción. Tu cara es de un espanto absoluto.

—¿No te parece completamente escalofriante que cuerpos desmembrados aparezcan en el bosque cerca del pueblo como por arte de magia?

Ella abrió un poco sus labios, como si quisiera hablar pero no encontrase las palabras. Desvió la mirada al suelo y sin mover su rostro volvió a encararme alzando sus cejas. Sus ojos eran tan profundos, un azul tan intenso que me ponía nervioso y aún más espectante a lo que tenía por decir. No supe lo que quiso transmitirme a través de su mirada pero de que no era algo por lo cual alegrarme estaba seguro.

—Nunca dije que estuviesen cerca del pueblo, ni mucho menos que estuviesen desmembrados.

Y ahí me dí cuenta de la colosal metida de pata que había cometido.

Bravo loser, dejarte en evidencia es tu pasión

¿Qué sabes tú que yo no Chase? —se inclinó sobre mí de una manera que me puso completamente incómodo pero no podía moverme. Estaba sujetanto mi tobillo adolorido.

—No mucho la verdad.

—Te hice una pregunta —demandó.

—Ellos los mataron

—¿Quiénes son ellos?

—Eso es lo que quiero averiguar.




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La Fatalidad De Un Simple Sueño | #ONC2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora