4. El Bosque

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Definitivamente mis padres no tendrían ningún motivo para estar orgullosos de mí. Agradezco que hayan muerto sin poder apreciar a la persona sin alma en la que me he convertido.

¡Oh Chase! Sí que la vieron...

Del jardín de un vecino robé una carretilla, de estas incómodas y pesadas con dos pequeñas ruedas, para poder trasportar lo que vendrían siendo... Dos cadáveres. Casual.

Hace unos cinco minutos que nos adentramos en el bosque y en menos de un kilómetro de maleza podía asegurar que el lugar no me daba buena espina.

La tarea de guiar la carretilla entre las ramas y hojas secas no era nada fácil pero no se comparaba con la de envolver un cuerpo, y menos si tenías que mirar de frente esas cuencas vacías que alguna vez albergaron un par de ojos soñadores, llenos de vida y esperanzas.

David era todo un aventurero. Él ya conocía este bosque de principio a fin en apenas un mes. Me habló de la escasez de animales que tanto llamó su atención y las plantas exóticas que escondía. Contó que había nadado en un río cercano y encontrado algo que jamás llegó a mostrarme.

Y ahora recorríamos el bosque juntos; él, Evan y yo... Y se nos había sumado un miembro a la aventura, uno que en este segundo me observaba con espanto.

—¿Por qué mierda sonríes? —preguntó mirándome con los ojos bien abiertos y las cejas torcidas.

—No es nada, olvídalo—le quité importancia.

Él suavisó su expresión —Pensando en Tiaret supongo.

La sola pronunciación de su nombre me heló la piel y el peso de la carretilla se hizo aún más evidente.

Tiaret

No quería pensar en ella porque una cosa llevaba a la otra. Me inundaba el pecho de dolor y de más dudas de las que ya me planteaba.

No sabía que hacer.

Quería buscarla pero no sabía dónde.

Quería avisar a la oficina del Condado de Village pero temía lo que pudieran hacerle si la policía lo sabía.

—Debemos encontrarla —dijo Allan rompiendo el agudo silencio —En la casa puede haber alguna pista Chase, algo que nos indique a dónde fue o quién se la llevó.

—O quiénes.

—¿Sospechas de alguien? —dijo estupefacto, enfocando su ojo bueno en mí para analizar bien mi expresión.

—Por momentos llego a pensar que sí, que sospecho de algo real, vivo y tangible pero no tienes idea de lo complicado que es separar los sueños de la realidad. Muchos llegan a imaginar mundos perfectos y sueñan con ser felices. Yo soy todo lo contrario, alguien que sueña con destrucción y caos, y que inevitablemente lo traslada a su desastrosa vida, a la real.

—Espero que no estés tratando de decirme que... —dejó la frase al aire.

—Sí, han vuelto —concluí.

Aquella afirmación dejó una atmósfera extraña entre nosotros. Me miró con algo de miedo y preocupación a la vez. Era comprensible, yo habría salido corriendo en su lugar. Allan era lo suficientemente valiente como para ayudarme en esta ocasión. Sabía que ambos habíamos hecho cosas horribles pero era hora de dejarlo en el pasado.

Habíamos parado de empujar la carretilla pero aún la sosteníamos con fuerza para que el peso que cargaba no la hiciera caer.

Se le veía sumergido en sus pensamientos mientras que yo no tenía deseos de pensar en nada más.

La Fatalidad De Un Simple Sueño | #ONC2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora