Capítulo 4

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Capítulo final

—¿Duele?— La pregunta de mi padre hacia mi amiga, solo me dejaba algo nerviosa.

Alejandra estaba a mi lado, disfrutando de su comida y de la escena que teníamos enfrente. Era lunes por la noche, ya ha pasado dos días del incidente en la playa. Pero la quemadura de Ana todavía estaba a flor de piel.

—No.— Respondió la rubia.

—Estuve investigando.— Dijo mi padre mientras caminaba hacia el mueble de la sala que tenía varias gasas—. Las anguilas eléctricas dan unos 850 voltios de descarga. Un teaser casi inofensivo da unos 1.200. No entiendo cómo pudo haberte dejado una quemadura así.

—Si fueron anguilas normales, mi katana no las hubiera percibido.— Dejó en claro—. He golpeado peces casi 10 años, y ninguno tenía un aura tan maligna.

Vi como la nariz de mi amiga se movió apenas en un movimiento rápido. Único indicio de que el líquido que estaba pasando mi padre para limpiar la herida, le estaba ardiendo como el diablo. Pero mi problema había sido el rostro de mi padre al mirarme.

Sabes que no estoy para nada de acuerdo con esos viajes a la Atlántida.— Susurró—. Pero si dices que Mako vino a buscarte, debe ser importante.

—Iré en unos días.— Anuncié, ya que era lo único que mi mente quiso abarcar en estos días-. Quiero que Ana pueda recuperarse primero.

Sabía que si fuera por ella, yo iría mañana, ya que esa "insignificante" quemadura de tercer grado que prácticamente haría llorar a cualquiera, no sería algo que la pudiese detener.

Yo que pensaba que iba a ser un fin de semana perfecta.

—Listo.— Oí de mi padre al terminar de colocar la venda que estaba en el brazo de Ana.-Cada dos días quiero revisarte, ¿sí?

—Se me pasará en poco tiempo.—Aseguró ella.

—Seguramente, pero quiero asegurarme de que no se infecte.

Si yo le hubiera dicho eso, recibiría una negativa tan grande como una casa y quizás algún insulto por la insistencia que le pondría al asunto. Pero mi amiga asintió hacia mi padre con algo de respeto, solo porque era él.

Ana se acercó hacia nosotras en el sofá, siendo recibida por Alejandra y su bolsa de patatas. Ella tomó bolsa antes de sentarse de lleno entre nosotras.

—Por cierto, estoy de acuerdo con Ana.— Escuché de Alejandra—. Tu identidad secreta depende de un hilo, debes hablarle a Aidan. Eso me había sacado un suspiro.

—No recuerda nada.— Aclaré—. Solo sabe que vio algo extraño, e incluso lo asocia con falta de oxígeno, no será problema.

—¿No has visto películas? Siempre recuerdan lo que vieron en un momento de la trama importante.— A veces desearía ser fría y mandarla a comer basura, pero sabía qué me arrepentiría luego.

—Con mi mala suerte, lo único que lograría haciendo eso, es que se convenza de que me vio a mí.— Aseguré—. Pierdo mis pocas neuronas cuando se acerca.

—Deberías ser como Ana.— Dijo Alejandra—. Ella lo llamaría para convencerlo de que no debe pensar en eso.

—¿Estás loca? ¿Dos Ana? Eso es peor que una pandemia mortal, ya es suficiente con una incluso los mordiscos de la rubia cesado al escuchar mis palabras.

—Respeto a la comida más que a ti.— Escuché de ella a mi lado—. Es la única razón por la que no te estoy golpeando en este momento.

Me estaba haciéndole una mueca muy graciosa, cual había hecho reír a Alejandra, y por mucho que lo negara, también notaba sus ojos divertidos.

Mirarte a escondidasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora