Capítulo 3: Ay wey

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Tenía mi lámpara en la mano derecha, alumbraba el gran muro que había visto un poco a lo lejos cuando subí todas las estradas de la cancha abandonada. Es un muro muy extraño, parece estar hecho de un material desconocido.
Sinceramente estoy empezando a pensar que lo más seguro es que estoy muerta, que no sobreviví ni mate aquel leopardo debido a que no lo recuerdo, y que por eso ahora veo muros extraños a mitad de la jungla.

Me recargue de espaldas en el muro y suspiré. —Solo quiero volver a casa.— dije y cerré los ojos. Sentía que la pared me comía, que me succionaba pero no se sentía mal. Tal vez incluso solo alucino por el cansancio. Hasta que me caí fue entonces cuando abrí los ojos. Tenia el muro enfrente, me levanté y gire asustada para ver lo que había detrás de mi, lo que veía parecía ser un pequeño pueblo con una arquitectura un poco inusual. Di un paso cuando de pronto tenía cuatro filosas y punteagudas lanzas alrededor de mi cuello.

Parecía que eran 8 "soldados" los que me tenían rodeada. Los 3 que tenía de frente comenzaron a hablar entre ellos, era un idioma que jamás me hubiera imaginado que existía, además de que los 8 "soldados" que me rodeaban fácilmente podría decir que medían más de 2 metros. Tragué saliva, esto no puede ser peor, acabo de sobrevivir a un leopardo solo para meterme en otro conflicto. Vaya suerte.

Los tres soldados/seres que tenía de frente dejaron de apuntarme con sus lanzas y uno dió al parecer la orden de que me hicieran caminar ya que sentí un ligero piquete en la espalda, al comenzar a caminar todas las personas que se encontraban en esta calle se me quedaban viendo, sus miradas no eran de sorpresa ni de temor, unas eran indiferentes, y otras llenas de asco y de odio. Solo los que parecían ser más jovenes al resto se sorprendían.

Me llevaron a lo que parecía ser una casa para ellos, dentro de esta se encontraba un elevador muy parecido a la cosa que colgaba de aquel árbol, la diferencia era que este está mucho más grande, mientras bajabamos no podía creer lo que mis ojos veían.
Debajo parecia ser que estaba la otra parte del pueblo y la posición del elevador era su centro.
El elevador entraba en un edificio grande y al abrir sus puertas nos topamos de frente un grupo de aproximadamente 15 "personas", todos increíblemente altos. Muchos de nuevo se me quedaron viendo e intercambiaron palabras con los "soldados". Salimos del elevador, ellos rieron y cada quien siguio su camino.

Llegamos a otra sala que parecía ser no tan pública, al final de esta se encontraba el típico trono enorme de un rey, estaba vacío, y así se mantuvo incluso después de al menos 5 minutos que estuve arrodillada frente a el.

—Me gustan las entradas dramáticas, pero creo que su rey no sirve mucho para eso.— El silencio era incómodo para mí. —No entienden lo que digo, ¿O si?— Silencio de nuevo. —¿Saben? Aún que no me entiendan quiero que sepan que si me van a matar, por favor quiero que sea rápido, ese sería mi último deseo.

—Aqui no cumplimos deseos.— Dijo una voz profunda y seria. Nadie me miraba pero parecía provenir del que parecía ser su capitán. Me le quede viendo sorprendida, no podía creer que hablara tan bien el español.
Quise bombardearlo de preguntas pero en eso entraron por una puerta lateral cinco individuos, uno se sentó en el trono, supongo que ese es su "rey" se veía viejo, pero no desgastado, parecía sugar daddy mamado de 58 años. Comenzaron a hablar entre ellos en su idioma, asi que preferí fijarme en sus cuatro acompañantes. Eran mujeres. Dos en cada lado. También eran de edad avanzada, altas, delgadas, hermosas. Parecían modelos de Victoria Secret, también con cara de sugar mommy.

Salí de mis pensamientos y puse atención en la conversación que tenían, no entendía nada pero debatían mucho. Si me matan no podré mirar por última vez a la chica de mis sueños, aunque, después de lo que pasó, no sé si de verdad me quedan ganas de volver a soñar con ella... De pronto, desde atrás se escuchó cómo abrían las puertas por las que entramos y una voz masculina hizo eco en el lugar.

—Evaristo...— Dijo susurrando el Capitán con la cabeza baja. ¿Acaso eso fue un nombre?

—Eso si fue una buena entrada dramática.— Dije no tan alto pero lo suficiente para ganarme la mirada y una ligera sonrisa del jóven capitán.

El dueño de aquella voz se dejó ver por la izquierda. Era un chico hermoso de piel morena clara, su cutis liso y mandíbula perfecta, me sorprendió bastante el tono de cabello tan particular que tenía; blanco platinado... como el de ella. No puede ser nada más que una simple coincidencia. Olvídalo, no es momento para empezar a creer en esas tonterías del destino.

Salí de mis pensamientos al notar que lo tenía de frente extendiendo me la mano, sus ojos eran rarísimos, rojos con tonos verdes y dorados, me miraban directamente y me sonreía empáticamente. Tome su mano y me ayudó a levantar, estar tanto tiempo de rodillas provoco que me entumiera.

—Vamonos antes de que se arrepienta.

Caminamos y seguía tomando me de la mano. Estábamos a nada de salir de aquel gran salón cuando se detuvo

—Pudiste ayudarme, ¿Que provocó que no fuera así?— Dijo hacia su izquierda pero no hubo respuesta alguna. —Esto no es muy twins de tu parte.

Salió indignado, aún arrastrándome con él. Subimos al elevador y al salir me dirigió a una casa un poco apartada del resto, la arquitectura, como dije, era inusual, sin esquinas. Igual que las demás.

Me detuve a unos cuantos metros de la entrada.

—Podrías explicarme que está pasando, ¿Quién eres y por qué me ayudas? Suponiendo que me estás ayudando y no secuestrando.— Él se giro para mirarme, sigo sorprendida por su belleza y por la altura que tienen todos aquí.

—Tienes razón al tener tantas dudas, deja me presento. Soy
Evaristo, hijo del hombre que estaba a nada de devolverte a la jungla de la que apenas saliste con vida. Me interpuse en su desición ya que tú eres más especial de lo que seguramente imaginas.

—¿Especial?— Pregunté aún más confundida.

—No por nada mataste a un leopardo con una simple navaja, ni atravezaste el muro diseñado para mantener afuera cualquier humano.— Lo mire desconfiada.

—¿Cómo sabes eso?—

—Digamos que yo vi todo...— Al hablar se notaba nervioso.— Normalmente tengo la misión de evitar que se acerquen demasiado a la ciudad, eso hacía cuando me tope contigo y tus acompañantes, era la típica misión de plantar pistas que llevan a ningún lado. Pero todo dio un giro cuando preferiste correr de las garras de un gran felino para salvar a tu amigo. Y cómo se me hizo demasiado estúpida tu idea de quedarte a la orilla de la cascada para enfrentar al leopardo, te hice un favor y te ayude a saltar... Me parece que quedaste inconciente pero la naturaleza de algún modo te quizo ayudar sacando te del rio, quise acercarme  pero inmediatamente  te rodearon los cocodrilos como en modo de defensa...

—Espera.— dije interrumpiendo su discurso.— ¿Cómo que tú me hiciste saltar de esa cascada? Eso es imposible.

—Para los humanos claro que sí. Les falta un par de millones de años para lograr eso.— Lo seguía viendo totalmente confundida.— Bueno, tu lo conoces como telequinesis. Mi raza es particularmente especia con ella y más yo. Se podría decir que yo soy el más fuerte con eso junto con mi hermana, pero ella es un tanto más débil.— Dijo totalmente orgulloso.

—¿Tienes... Una hermana?— Mis manos temblaban, y mi corazón se aceleraba poco a poco, comencé a sentir mucho frío y que el aire me faltaba. No puede ser posible, no existe posibilidad de que todo esto sea real, no, no, no lo acepto.

—Oye, ¿Te encuentras bien? No me asustes no sé cómo cuidar a un humano— Todo se estaba nublando.

—¡Evaristo!— Fue lo último que escuché.

Entre tus tatuajes.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora