Noviembre 3, 2042

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¿Qué era eso de avanzar lento? Já, mamá se rio en nuestras caras cuando nos descubrió besándonos en la cocina en plena madrugada, tratando de ser discretos.

Nos felicitó y dijo que llevaba esperándolo demasiado tiempo, aunque nosotros ni siquiera teníamos etiqueta aún. No pudimos bajarle las ilusiones, así que no desmentimos nada en ese momento.

Cuando volvimos a la ciudad, ellos también lo notaron al instante, ese ambiente que, a pesar de ser igual, era diferente a la vez.

Nosotros no nos dábamos cuenta de lo obvios que estábamos siendo, con esas pequeñas miradas y esos pequeños roces de mano intencionados.

Sospecharon durante mucho tiempo, hasta que fue imposible ocultárselos. Así, cuando todos supieron, ya no nos importó escondernos.

Si tuviéramos un libro, seguramente se llamaría "Love and Kisses", ya que era imposible mantener los labios separados.

A él le encantaba besarme el rostro, cada parte, tanto que en el presente aún tengo la sensación cosquilleando en mi piel, y a mí me encantaba que se tomara todo el tiempo del mundo en hacerlo. Era solo recostarnos y acariciarnos con cuidado.

De verdad parecía que la tormenta se había desvanecido.

Igualmente, luego de los momentos cursis, volvía a ser él y comenzaba a burlarse de mí.

Pero era dulce.

Todo era dulce.

En ciertos momentos, la intensidad de esos besos se elevó, como aquella ocasión en que regresamos ebrios de un bar. Él besó mi cuello y yo le correspondí besándole las clavículas, pero no cruzamos límites; no podríamos. O aquella vez en la que simplemente sucedió en la terraza de la casa, cuando me acorraló contra la pared y nos entregamos a un beso tan intenso que después resultó complicado ocultar nuestros labios mordidos.

Nos convertimos en almas entrelazadas, y sí, fue posible.

Al regresar del trabajo, nos recibía un beso dulce y prolongado, como si fuese el propio saludo del día, e incluso al salir del departamento, nuestras bocas buscaban ansiosas el encuentro, como si negarse a ese ritual fuera impensable.

Nos besamos con tal frecuencia que parecía que lleváramos toda una vida haciéndolo.

'¿Por qué no lo habíamos hecho antes?'

Preguntó una tarde, en la que nuestra cita para ver películas sobre el sillón tomó un giro inesperado, culminando en un tango de lenguas desesperadas.

La escena era hermosa, con labios hinchados y abiertos entre respiraciones agitadas, cejas fruncidas y mejillas sonrojadas. Era todo lo que necesitaba, un momento capturado en el lienzo del tiempo.

¿Quién era monstruo? A su lado, era nadie

Su risa resonaba como una melodía celestial. Se burló de mi expresión embelesada, la cual oculté con un pequeño beso a su mandíbula, y así, nuestros labios se encontraron nuevamente en una danza que parecía no tener fin.

Cada encuentro era una expresión de amor, una forma de comunicarnos sin necesidad de palabras.

Si me esfuerzo, puedo recordar el roce y cada toque, como pinceladas delicadas en la obra maestra de nuestro romance.

Pero a estas alturas, es inevitablemente la pregunta: ¿hasta cuándo? Ambos estábamos en el momento, como si el tiempo se detuviera, y ninguno de nosotros daba el paso para avanzar.

Al principio, me conformaba con la eternidad de todos los besos. Sin embargo, a medida que el tiempo pasaba, anhelaba más. Quería caminar tomados de la mano por el parque, salir con nuestros amigos, bailar pegados sin vergüenza y confesar mi amor en cualquier lugar sin restricciones.

él  jujae.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora