─━VIII. Mentiras

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OCHO

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OCHO.
MENTIRAS
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—¿Ash?

—Mhm.

Hay una larga pausa, demasiado larga. Ash mira a su alrededor y lo primero que nota es a Gina, sentada contra el tronco de un árbol mientras limpia un arma. Está tranquila, relajada, los hombros los tiene libres de algún pesar, y Ash sonríe.

Bien. Infórmame.

Manténlo muerto en los registros, recuerda que dijo Satoru aquella tarde. Piensa en él y en sus palabras, y en el alivio que se había esparcido en el rostro de Satoru cuando volvieron a la morgue, dónde su estudiante estaba.

Mira a Gina, de nuevo, y la mujer le mira de vuelta.

—Murió.

Hay otro largo silencio al otro lado de la línea. Lo único que se escucha de ella es la pesada respiración de Ana.

—¿Murió?

—Mhm. Sukuna tomó el control de su cuerpo, y se arrancó el corazón —se encoge de hombros y trata de visualizar la escena, la sangre, el cuerpo. Megumi Fushiguro ahí de pie mientras su amigo caía muerto a sus pies—. Megumi Fushiguro está de testigo. Shoko Ieiri tiene los informes.

Gina le mira con el ceño fruncido, pero Ash se encoge de hombros, otra vez, y la mujer desvía los ojos hacia otro lado.

—¿Estás seguro?

—Vi el cuerpo.

Y ante ello, Ana se queda callada.

Ash…

—Si no crees en mi palabra, te invito a venir por ti misma, Ana.

—… No hará falta, entonces. Le informaré de inmediato a Liam.

Cuelga, y Ash se queda de pie un rato frente a la artificial cascada por la que habían pasado la primera vez que visitaron a Tokio. El parque está callado y los únicos ruidos provienen de las calles que lo rodean, en dónde las multitudes se triplican y las personas parecen ovejas.

Gina sigue limpiando una segunda arma para cuando Ash se gira y se acerca a ella, y los nudillos le duelen un poco.

Piensa en Satoru, de nuevo, y el corazón se le hunde. Cae estrepitoso en su estómago y se queda ahí, y Ash quiere gritar, quizás matar. Recuerda la confianza con la que le había hablado y el corazón se le hunde aún más, porque Ash raramente pensaba en él, y cada vez que lo hacía se llenaba de vergüenza.

Sus puños se curvan suavemente y chasquea la lengua.

—Deberíamos volver a Nueva York.

—¿Ah? Pero Itadori Yuuji aún está vivo —Gina le mira en silencio por unos segundos, el arma que antiguamente limpiaba colocada suavemente sobre su regazo—. ¿Por qué habríamos de volver?

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