"𝐏𝐚𝐩𝐢..."
"𝐋𝐮𝐳𝐢𝐭𝐨..."
Un alfa policía, valiente y con un pasado que nadie conoce, y él mismo apenas puede recordar. Un pequeño niño omega, víctima del odio de un hombre sin corazón.
El policía rescata al niño huérfano de un incendio, y dec...
El alfa de ojos grises parecía rugir entre la multitud, alterado por todos los gritos que se escuchaban en el vecindario. El calor era inmenso, la casa incendiándose parecía querer caerse en cualquier momento, y lo que más le preocupaba a los vecinos era aquella humilde familia en peligro.
—¡Hay niños!
—¡Deben salvarlos por favor! Son una familia muy h-humilde...
Los sollozos de pena y preocupación le helaban la sangre al teniente de policía, quien parecía ver un espejo. Los recuerdos invadían sus sentidos y le paralizaban, viendo en todas las grietas del cristal cada una de sus memorias quemadas. Él había pasado por lo mismo, y si habían niños, les daría la misma oportunidad que alguna vez el capitán Raptor le dió a él. Debía entrar.
—¡Que nadie se acerque, voy a entrar!
Gruñó, preparándose mentalmente para poder entrar a la casa envuelta en llamas. Entre suspiros, se puso una mascarilla de oxigeno, arreglando su camisa y cinturón para entrar. Todo fue rápido, el calor alrededor le hacía sudar frío y a lo lejos escuchó un llanto.
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El pequeño omega que temblaba debajo de una cama cerraba sus ojos, oprimiendo un paño húmedo en su rostro. Su madre le había advertido de todo el calor y humo que sentiría, por lo que debía mantenerse agachado y cubierto.
Los gritos de la única mujer en su vida retumbaban en su semblante fuerte, su corazón guerrero pedía que mantuviera la calma y fuera valiente. Su alma se partía a pedazos escuchando cómo los quejidos de dolor y agonía se apagaban, así como la chispa de vida de su madre y hermano. Entre gritos la única familia que le quedaba se convertía en cuerpos sin respiros ni salvación, cenizas que con el tiempo iban a cauterizar todas sus cicatrices.
Muertos, completamente rígidos por las quemaduras en sus cuerpos, fueron enterrados debajo de las vigas de madera que caían débiles, cubriendo de fuego todo a su alrededor.
Las lágrimas eran lo único que le mantenían consciente, su cuerpo temblando por la fiebre que con cada segundo le consumía y su pelo chamuscado apagando aquel bonito color café.
"Luzu, mi niño, cúbrete bien y-y no respires... E-Escóndete. Se fuerte, príncipe, vendrán a por tí..."
Su voz a escasos momentos de la muerte y el encuentro con el más allá seguía dando vueltas en sus oídos que chicharreaban y le impedían concentrarse.
Sollozó antes de volver a hacerse bolita, luchando por escapar de sus pensamientos intrusivos y fuertes, intentando evitar aquel dolor que destruía su piel y esos horribles cosquilleos en sus codos y rodillas. Sus mejillas ardientes se tranquilizaban únicamente por lo húmedo de sus lágrimas saladas.
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