↳ ੈ‧₊ U N O

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Papeles y tazas vacías de café por doquier, creando una cacofonía visual en el pequeño cubículo del joven detective.

La oficina de Saihara nunca parecía mantenerse limpia por más de cinco minutos, puesto que ese chico era uno de los trabajadores más profesionales de su área. Todo el día analizaba documentos, los leía, los revisaba y los enviaba a su superior, todo de forma efectiva y responsable.

La vida en una agencia de detectives privados nunca fue fácil para aquellos que laboraban ahí. Aunque no era debido a la gravedad de los casos que recibían, sino que la cantidad de ellos era lo que tenía perplejos a los investigadores.

La mayoría de las veces se centraban en eventos como infidelidades, búsqueda de información personal, interrogatorios pequeños, recolección de evidencia, investigaciones de crímenes cibernéticos, entre otros del mismo nivel.

Eran reducidas las ocasiones en las que alguno de sus clientes deseaba que indagaran en casos criminales más intensos, como homicidios o desapariciones, pues estas solían ser recibidas en la oficina de policías de la ciudad.

En la agencia en la que el joven de cabellos azules trabajaba, eran una organización que laboraba de manera separada al gobierno, por lo que, si alguien no se sentía satisfecho con las investigaciones que llevaban a cabo los cuerpos autoritarios públicos, solían acudir con ellos, en búsqueda de sus servicios privados.

Esa tarde, las cosas iban como de costumbre. El leve bullicio llenaba la oficina de Shuichi, una mezcla de ruidos tan comunes, que a este punto de su vida simplemente ignoraba su existencia.

Se conformaba mayormente del ruido de la cafetera, de compañeros de trabajo suyos conversando entre sí, de cajones llenos de carpetas abriéndose, de bolígrafos siendo presionados sobre papel, de zapatos y tacones golpeando de forma rítmica contra el suelo.

Sin embargo, en esos momentos era capaz de identificar un ruido ajeno a todos aquellos. Era cotidiano, pero sin duda alguna, era más extraño escucharlo que a los demás. Gracias a esto, fue capaz de deducir que alguien se acercaba a su oficina, el asunto era que no podía con exactitud saber quién era sin levantar su mirada del documento que revisaba en tiempos actuales.

Era cuestión de escuchar la voz del visitante, pues sería la única manera de hacerlo con su rostro aún sumergido en el mar de papeles que inundaba su área de trabajo.

—Buenos días, Saihara —saludó un joven de cabellos cafés, con la formalidad que se esperaría de un detective—. ¿Interrumpo algo? —Cuestionó el mismo hombre al ver que su compañero de trabajo estaba inundado en pilas de documentos y archivos aún por revisar.

Después de todo, muchos ahí sabían que Shuichi no solía tomar días libres. Su vida era lenta y no hacía mucho fuera de su empleo, por lo que sentarse a revisar papeles hasta que los ojos le ardían y las tazas de café perdían su efecto era algo que genuinamente disfrutaba.

—Saludos, Naegi —respondió el joven pálido, despegando su vista de lo que estaba leyendo. En esos instantes, leía el historial criminal de un hombre que presuntamente abusaba a su esposa, cosas de todos los días. Claro que no, pasa, por favor —continuó, señalando una silla en su escritorio, dándole a entender a Makoto que podría tomar asiento ahí, si era capaz de atravesar las montañas de expedientes que acaparaban los muebles y el suelo.

No era que Shuichi fuese desordenado. En su mente sabía dónde iba todo lo que se encontraba en su oficina, pero trabajaba tanto que no se le prestaba el tiempo para devolver todas las carpetas a sus cajones correspondientes. Solía acomodarlos por las noches, antes de regresar a su casa.

↳ 🎲₊˚. ··· Risky Gambling »-Oumasai-«Donde viven las historias. Descúbrelo ahora