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La química.
Hay una química explosiva, seductora y totalmente indiscutible entre nosotros dos. Y en las últimas dos semanas, se ha vuelto mi mejor aliada y también mi enemiga.
Son las ocho en punto cuando regreso del baño luego de tomar una merecida ducha en mi nuevo departamento compartido, y rápidamente mi cabeza se vuelve una maraña incoherente de pensamientos atrevidos al encontrarme con mi piojo.
Aunque Evan —mi compañero de trabajo y ahora roommate— dijo que pasaría la noche con una chica, sé que me haría pedacitos si se enterase e que compartí la cama con su pequeño y seductor hermano menor.
Como si disfrutase de hacerme sufrir al rememorar la tensión sexual entre ambos que todavía persiste —pues no nos hemos tocado—, él yace cómodamente sobre mi colchón, boca abajo, y sin camiseta. No puedo evitar morderme el labio cuando mis ojos barren la extensión de su espalda ancha, permitiéndome apreciar varios lunares dispersos por la suave piel acaramelada.
Trago saliva y al mismo instante, Taehyung se da la vuelta en medio de un bostezo largo. Su cabello azul alborotado le cae delante de la frente y trata de apartarlo utilizando su mano, mientras me dedica una mueca gentil cuando nuestras miradas se encuentran.
Obviamente, él le da un descarado y vasto vistazo a mi cuerpo libre de camiseta y pantalones. La toalla ajustada alrededor de mi parte baja es lo único que me protege de la desnudez, y el piojo parece estar muy contento con eso.
